domingo, 22 de agosto de 2010

La cooperación internacional

La cooperación internacional es un medio para impulsar e imponer el modelo de desarrollo occidental a los países periféricos por parte de los países centrales y es parte de un sistema mundial de dominación. Dicha cooperación es concebida fundamentalmente como ayuda de carácter multinacional, con el objetivo de contribuir al desarrollo y eliminar la pobreza.

Como bien afirma Jean Pierre Malé, la cooperación al desarrollo nace a principios de los 60 y pretende dar respuesta a la situación "atrasada" de los países del Tercer Mundo, frente a los países occidentales que han experimentado una época de aceleración histórica del cambio tecnológico y que empiezan a desarrollar una sociedad de consumo de masas.

Los países ricos, continúa Malé, basados en su propia experiencia, entienden el desarrollo como un valor universal, lo cual les conduce a pensar que este desarrollo puede y debe ser exportado hacia los países periféricos a fin de que experimenten igual tipo de transformaciones. De este modo la cooperación al desarrollo supone desde el inicio una doble premisa de superioridad y de universalidad del "modelo" occidental

Se pretende que la ayuda bilateral o multilateral estaría exenta de intereses políticos, de poder o de riqueza; sin embargo esto no es así. Lo cierto es que los países donantes esperan que con la ayuda van a lograr beneficios para su propia economía.

Un documento de la RFA (antes de la unidad) lo expresa claramente cuando trata lo referido a la ayuda. Dice el texto: "También forma parte de la interdependencia el hecho de que la RFA sólo puede financiar medidas de cooperación de desarrollo con la amplitud que de ella se espera, si logra ganar recursos necesarios mediante su economía manufacturera y su exportación. Por esto, la exportación a los países en desarrollo es también condición previa decisiva para la capacidad alemana de rendimiento económico y contribución al desarrollo".

En ese sentido los países desarrollados favorecen un cambio hacia una mayor ayuda multinacional pues cada uno espera que sus propios exportadores se beneficien de las compras del Tercer Mundo financiadas por la ayuda multinacional. Cada gobierno espera que el valor de las órdenes adicionales de exportación exceda sus propias contribuciones adicionales a la ayuda multinacional.

Así, debemos entender la cooperación internacional en los marcos de una economía globalizada, la misma que expresa, como señala Manchón, el carácter capitalista de la reproducción social, que busca la maximización de su propia reproducción en términos de unidades de producción y apropiación de valor, ya sea a través de lo privado (empresas) o a través de los estados nacionales, relación que en determinados momentos puede adquirir características contradictorias, pero secundarias.

Ilustra un aspecto de esta concepción lo tratado hace algunos años en el Foro de Davos (Suiza) en donde los asistentes coincidieron en que el futuro de la economía y la seguridad del planeta dependen de que se aplique un sistema eficaz de cooperación global, la cual es entendida como "la profundización de los mecanismos de libre comercio" hecho que, a pesar de algunos logros para la comunidad global, beneficiará a los países desarrollados, debido a su mayor competitividad, productividad y uso de tecnología y conocimientos.

¿Todavía habrá ingenuos que sigan mitificando la llamada cooperación internacional?

domingo, 15 de agosto de 2010

Juan Tume: un ejemplar combatiente

Era humilde y sencillo, apasionado y transparente. Su vida estuvo signada por la solidaridad, la compasión y la entrega. Educó a sus hijos en la insubordinación contra todo lo que destruyera al pobre, al campesino, al obrero. ¿Cuántos padres educan así a sus hijos hoy? ¿Qué les dicen cuando van a la Universidad? ¿Qué les aconsejan en nombre de la prudencia, que no es sino a veces el nombre del egoísmo y de la cobardía?
Vino desde Piura a integrar los contingentes de lucha en las épicas jornadas del 2004, en el combate contra la corrupción: dirigió al comité de padres de familia que apoyaba a los estudiantes heroicos en la toma de la Universidad Nacional de Trujillo. Y allí le vimos día a día en las gloriosas movilizaciones que siempre serán un referente para que no se repita aquella nefasta historia y que jamás deben olvidar las actuales autoridades universitarias.
Fue dirigente de la Federación Regional Agraria de Piura y Tumbes y de la Confederación Campesina del Perú; estuvo perseguido por los esbirros del terrorista Fujimori, pero no lograron encarcelarlo ni menos amedrentarlo porque siguió en su empeño hasta el fin de sus días.
Fue un incansable político, uno de los fundadores de la recordada e histórica UDP (Unidad Democrático Popular), y murió construyendo día a día el Movimiento Político Pueblo Unido. No fue un tránsfuga ni un traidor a sus ideales como tantos falsos izquierdistas, hoy subidos al tren neoliberal, creyendo en un capitalismo democrático que no es sino la máscara de su senectud política y de su traición a los ideales y esperanzas de los desamparados. Se afirmó siempre en la utopía socialista y no desmayó en ese intento perseverante, pleno de fe en la posibilidad de arribar a un horizonte no lejano donde nuestra patria fuera un lugar de encuentro, de solidaridad, de fraternidad y de amor.

No le abandonó jamás el buen humor ni la alegría, signos de su generosidad. Porque todo combatiente debe ser alegre, pues sabe que está echando las raíces del milenario y cósmico árbol de justicia plena. Tampoco dudó de la urgencia en el trabajo político: vivía animando a todos para no abandonar la tarea diaria ni menos edulcorar la pasión radical por una nueva democracia. Y así pasaron los años: construyendo, siempre junto al pueblo, pero a veces solitario, esa casa grande, ese sueño que lo alimentó sin tregua hasta el final.
Digo estas palabras para el amigo, para el camarada, para el hermano que partió sin avisar, como parten los que viven plenamente. Y las digo también para los que con humildad y con terca esperanza - la más extraña de las virtudes- siguen tramitando los expedientes del amor que ha de presidir mañana la asamblea definitiva de los hombres libres e iguales.

domingo, 8 de agosto de 2010

Apuntes para una epistemología neoliberal

La epistemología que sustenta el neoliberalismo está construida a contrapelo de la realidad. Friedrich Hayek afirma que las proposiciones de la teoría económica tienen un carácter universal y necesario afín al de las proposiciones sintéticas a priori, los objetos que constituyen la materia de estudio de las ciencias sociales "no son hechos físicos", sino entidades constituidas a partir de categorías de nuestras propias mentes. Puesto que los principios o leyes económicas no son reglas empíricas, se presupone que tienen, de acuerdo con este punto de vista, tanto independencia como neutralidad, lo mismo en su contenido que en su forma (M. Dobb).

¿No son estas concepciones de una muy clara raigambre idealista kantiana? Proposiciones que el pensamiento económico neoclásico asumió y que están completamente alejadas de la realidad, y cuyos modelos matemáticos se construyen en base a supuestos, en una dimensión fundamentalmente micro. Así, según Zemelman, puede darse y se da un discurso lógico, pero ahistórico, o se convierte en un discurso universalista pero que escapa a las complejidades del momento presente y se torna un discurso teórico que deviene en un meta-discurso. De manera parecida, Alfred Marshall habla de las "verdades económicas tan ciertas como las de la geometría" (en relación con la base teórica del comercio libre).

Por su parte, Milton Friedman construye su epistemología en base a supuestos, al como si, lo cual provoca automáticamente la emergencia de una situación que, ocurra lo que ocurra, es óptima por definición. Bunge dice muy claramente: "Friedman ha conservado el axioma neoclásico de que los empresarios (racionales) actúan para maximizar ganancias, y que lo hacen utilizando toda la información y la previsión necesarias. Pero puesto que esto no es evidente, agrega una curiosa cláusula: nos dice que, independientemente de las premisas neoclásicas sean verdaderas, lo que importa es que las firmas individuales se comporten como si lo fuesen. Por consiguiente, no es necesario poner a prueba dichas premisas para averiguar si son o no verdaderas: lo sean o no, las cosas suceden como si lo fueran".

Lo cual, reiteramos, indica la presencia de un inocultable interés ideológico y político, "no sólo por la franca indeterminación del lenguaje del "como si", que pasa a ver que su primitivo papel heurístico ha sido trocado en una perfecta borrosidad conceptual en la que cualquier desajuste recibe una especie de compensación lingüística en un desarrollo de la técnica de simulación verdaderamente espurio, sino porque, de otro lado, la insostenibilidad empírica misma de la situación descrita, o sea, el hecho de que tal situación no responde ni de lejos a la explicación propuesta, viene a alimentar una radical negación de cualquier género de cognoscibilidad, lo que viene a ser prácticamente una confesión de impotencia científica por parte de algunos teóricos ultraliberales" (Martínez de Velasco).

Tobin señala al respecto: "Una vez aceptado el marco de un equilibrio perfectamente competitivo en el seno de un mercado, ya no hay problema, cualesquiera que sean los resultados que se den dentro de ese marco son óptimos por definición".

Francis Fukuyama sustenta su tesis principal sobre el fin de la historia y el triunfo final de la democracia liberal capitalista en una doblez epistemológica. Como dice Derrida: "Por una parte, el evangelio del liberalismo político-económico necesita del acontecimiento de la buena nueva que consiste en lo que habría sucedido efectivamente (lo que ha sucedido en este fin de siglo, en particular la presunta muerte del marxismo y la presunta realización del Estado de la democracia liberal). No puede prescindirse al recurso del acontecimiento pero como, por otro lado, la historia efectiva y tantas otras realidades de apariencia empírica contradicen ese advenimiento de la democracia liberal perfecta, es preciso, al mismo tiempo, plantear esta perfección como un simple ideal regulador y transhistórico. Según le beneficie y sirva a su tesis, Fukuyama define la democracia liberal unas veces como una realidad efectiva, otras como un simple ideal. El acontecimiento es, unas veces, la realización, otras, el anuncio de la realización".

Así, pues, encontramos en el neoliberalismo una epistemología instrumentalizada y al servicio de intereses políticos e ideológicos concretos: la apología del capitalismo, del individualismo, de la desigualdad, de la necesaria existencia de países, grupos e individuos ricos y pobres.

domingo, 1 de agosto de 2010

Algunas enseñanzas de Goethe

Boccaccio escribió una obrilla, cómo él mismo gustaba llamarla, sobre Dante. Es una biografía y su título: “Vida de Dante”. El célebre autor del “Decamerón” tenía ocho años cuando falleció el poeta. La biografía tiene, pues, el valor de lo cercano, es decir, de la pureza que siempre poseen los datos y opiniones en torno al biografiado; aunque también están algo alterados por el calor que suscita la cercana desaparición del gran hombre.

La biografía se desenvuelve con ligereza narrativa, pero es muy objetivista. No logra presentarnos un “Dante vivo”, como lo haría siglos más tarde Giovanni Papini. La actitud de Boccaccio es la de un espectador, no exento de cierta emoción, por supuesto. Su Dante es demasiado esquemático, cronológico y lineal. Si bien es cierto que Boccaccio abrió nuevas rutas para la biografía, sin embargo no llena actualmente nuestras aspiraciones. Hay valores innegables en la biografía comentada: el autor no incurre en las aburridas citas ni en la pretenciosa erudición que gustan mostrar tantos biógrafos mediocres. Por ratos cobra un aire de profundidad humana admirable, y asume el papel de fiel hijo de Florencia, de admirador fiel del poeta y de fiel amante de la poesía, que da un encanto especial a la obra.

Entresacando datos de uno y otro capítulo, las sugerencias para expandirnos nos abruman. La vida de Dante – sólo ella- nos enseña mucho…Cuando el poeta fue desterrado de Florencia alguien encontró en su casa los siete primeros cantos de la “Commedia”. Admirado, averiguó dónde podría hallarse Dante, y una vez conseguida la dirección, por intermedio de un marqués envió los manuscritos. Éste los enseñó al poeta, quien reconociendo sus versos, y a instancias de tal señor, volvió al empeño de continuar lo que había empezado. Desde que salió de Florencia, hasta que tuvo nuevamente los primeros cantos, Dante había abandonado definitivamente la idea de concluir la obra. Sin embargo, la continúa y la termina a lo largo de más de 20 años. He aquí el genio, el genio que jamás se atrofia y que jamás aborta sus concepciones a instancias del terrible tiempo o de la tirana sociedad. (Hoy, a la primera dificultad, todo se abandona).
El florentino dominaba la sabiduría de su época: Moral, Historia, Filosofía, Teología, Poética, Retórica. Disputaba con cualquiera acerca de cualquier cuestión. En realidad, fue un verdadero humanista. Jamás tuvo la peregrina idea de orientarse miopemente en solo un aspecto de los conocimientos. No absolutizó la literatura, elevándola a la categoría de diosa, sino que intuyó que debería abrirse a todas las creaciones del humano espíritu.

Un aspecto siempre nuevo, poderoso y atrayente es su amor por Beatriz. La pasión y la pureza de su amor muestran a Dante como un verdadero hombre. ¿No valdría acercarnos hoy a la sombra de este gigante para humanizar más nuestro amor hacia la mujer?
¿Y qué decir de su participación en política? Esa actitud nos demuestra que la política no es de ninguna manera madrastra para la poesía. Todo es asunto de genio. Solamente los mediocres insinceros, ellos, afirman que la política es indigna del poeta. Porque el artista genial supera lo inmediato y localista, aunque debe partir de allí. “La obra maestra nace ya eterna”, diría Víctor Hugo.
Cuántas cosas más podría enseñarnos la vida de Dante: el grande amor que sentía por su patria, la fidelidad consigo mismo, su valentía al enfrentarse al Papa. Todo esto es narrado hábilmente por Boccaccio, quien al final de su trabajo dice con sabia humildad: “Bien sé que mejor y más discretamente hubiese podido ser expuesto por muchos otros; pero quién hace lo que sabe, más no le es exigido. El haber escrito yo tal como he sabido, no excluye que otro pueda decirlo, si cree que puede escribir mejor que lo que yo he hecho”.

domingo, 25 de julio de 2010

PEDRO GAMBOA

¿Cuántos años han pasado, Pedro, desde que partiste? No lo sé exactamente. Pero sí recuerdo con claridad tu última sonrisa, tu fraterna mirada, tus palabras bondadosas, tu gesto suave y dulce…
Fue un lunes cuando me dijeron que habías muerto. La noticia me dejó en extremo herido. Corrí al colegio y todos lloraban recordando tu luminosa presencia en esos breves años: eras el primero en los estudios, en la amistad, en la disposición al servicio. Todos te querían, porque se sentían amados por ti. Y no se equivocaban: asentías con humildad y estabas pronto para extender la mano. Eras bondadoso porque nos sentíamos bien a tu lado. Nunca te lamentabas y siempre sonreías con tu mirada comprensiva, como si adivinaras nuestra ríspida orfandad o nuestro prepotente egoísmo.
Por eso, cuando me dijeron que habías fallecido, sentí que la Muerte derrotaba a la Esperanza. Y si ya tu muerte fue para mí, como para todos, una incógnita impenetrable que viene desde el principio de los tiempos, la forma cómo partiste acabó con el resto de nuestra pausada y angustiosa calma: Primero intentaste cortarte las venas, pero como la Enemiga tardaba, cogiste cables eléctricos desnudos y los pusiste en el toma corriente, y sólo resultaste golpeado, entonces bebiste sin parar – Pedro, ¿por qué?- un frasco de ácido muriático, - ¿por qué, si sólo tenías 15 años? Y tu padre escuchó tu voz definitivamente cascada y aterrado te levantó, mientras oía tu tardío ruego: “Sálvame”. Y te llevó en brazos -¿de dónde sacó la fuerza?- corriendo por la Calle Real de Cartavio hasta el hospital San Francisco, llorando, diciéndote que te amaba, que eras su niño querido, que no te mueras, y tú lo mirabas con el puente de tus lágrimas que aún te unía a la vida, sin poder hacer nada más que sentir que sí, que te amaban, que a lo mejor no supieron decírtelo a tiempo… pero que ya era tarde, Pedro…

Y nosotros, tus maestros, ¿dónde estábamos? ¿Por qué no supimos leer detrás de tus ojos grandes y tristes esa soledad que todos tenemos, pero que tú lo tenías como tu enemiga y no sabías cómo derrotarla? Por eso sólo supiste escribir en tu diario: “estoy solo”, “no me dejen”, “sálvenme”… y tus maestros, ocupados en sus menesteres, ciegos ante tu espanto de niño, ¿qué hacíamos mientras escribías esos alaridos que nadie supo ni pudo entender? ¡Oh, los afanes magisteriales, las tareas adultas, nuestra escondida soberbia, nuestro disimulado egoísmo!
Y ahora, ayer, mientras digo estas palabras frente a tu ataúd, quebrado por el llanto, con la vergüenza de nuestra impotencia ante el insondable misterio de la soledad humana, Pedro, te pido perdón por mí, por todos tus maestros, por tus padres, por tus amigos (que a lo mejor también escriben diarios), por no haber llegado a la orilla de tu desesperación, cuando caminabas perdido en el bosque, con el vaso de tu tristeza definitivamente roto.

Te debía, Pedro, después de tantos años, estas palabras. Y quiero que sepas que tu historia la repito siempre, incesante, en cada aula, frente a cada maestro, frente a cada padre. Y que tu recuerdo alimenta mi insobornable actitud de ver en cada niño alguien que es un pozo de soledad, un panal de esperanza, un hoyo de espanto, alguien que escribe un diario invisible donde pide sollozando: “Sálvenme”.


domingo, 11 de julio de 2010

ARISTÓTELES Y LA TELEFONÍA CELULAR

¿Pudo Aristóteles imaginar la telefonía celular? No, no pudo hacerlo. ¿Por qué? Porque sólo podemos imaginar el futuro a partir de nuestro presente, de nuestros condicionamientos culturales, científicos y tecnológicos. Al revés: tampoco podemos imaginarnos el mundo griego, sólo podemos intentar acercarnos comprensivamente a determinados aspectos de su acontecer.
Sin embargo, ¿cómo explicar la siguiente visión “profética” del Estagirita? : “Pues si cada instrumento pudiera cumplir su tarea propia, al recibir una orden o al anticiparse a ella, como se cuenta de las estatuas de Dédalo o de los trípodes de Hefesto, que, según dice el poeta, entraban por sí solos en la asamblea de los dioses, del mismo modo las lanzaderas tejerían por sí solas, y los plectros ejecutarían la cítara, y los arquitectos no tendrían necesidad alguna de servidores ni los amos de esclavos”.

¿No intuyó Aristóteles, expresándolo con el lenguaje y la realidad técnica de su tiempo, la moderna tecnología, la cibernética, la computación, la robótica?
Isaac Asimov, cuando desarrolla sus ideas sobre la robótica, poniendo como modelo a la Esparta esclavista, imagina Solaria (en su novela “El sol desnudo”), como si fuera una sociedad robotizada, la cual posee millones de robots para 20 mil habitantes. Y allí, en las reflexiones del sociólogo asimoviano, está claramente expresado el pensamiento de Aristóteles: los arquitectos no tendrían necesidad de amos ni de esclavos, porque las máquinas realizarían todas las tareas. Solaria, pues, ejecuta, o amplía, la idea aristotélica.


Sin embargo, consideramos, que los autores de ciencia ficción no pueden imaginarse nada que la sociedad en la que viven no les haya dado como referentes. ¿Por qué muchas novelas o películas de algunas décadas atrás nos parecen tan pobres en cuanto a su imaginación tecnológica?
Aristóteles jamás hubiera imaginado internet, ni la telefonía celular, ni la nanotecnología. Hay probablemente excepciones: El perro que vuela de Frost, o los submarinos de Verne; pero sería interesante determinar la tecnología del tiempo de Verne para ver si eso le permitió avanzar proféticamente en su imaginación de los submarinos o en la nave tripulada a la luna. ¿Y cómo explicar la portentosa imaginación de Leonardo de Vinci? ¿Tuvo el Renacimiento los datos, los elementos o las condiciones que permitieron el desarrollo de esa proeza davinciana?
Es necesario, pues, que los filósofos o los sociólogos trabajen en una posible sociología de la imaginación, es decir, los orígenes sociales de la imaginación, tarea distinta, nos parece, a la realizada por Wrigth Mills con sus fecundas ideas sobre la imaginación sociológica.

domingo, 4 de julio de 2010

NEOLIBERALISMO Y POSMODERNIDAD

El maestro Jorge Vergara es uno de los principales pensadores chilenos en la actualidad. Con él conversamos sobre las relaciones entre el neoliberalismo y la posmodernidad. Fruto de esa conversación son las siguientes ideas.

En primer lugar existe una cierta diferencia, relativa, pero importante. El neoliberalismo pretende ser una doctrina en sentido fuerte, una visión incluso dogmática, una visión de mundo, sobre el hombre, la sociedad, la historia, la política, la cual tiene una indudable impronta nietzscheana; en cambio, el posmodernismo se autodefine como un pensamiento débil, una forma de escepticismo filosófico en el cual la razón humana no puede conocer la realidad y solamente puede tener algunas representaciones provisorias sobre ella. Esta forma de escepticismo filosófico tiene su origen en Nietzsche y en Heidegger y esos son los filósofos más recurrentes como citas o como fuentes para los autores posmodernos.

Sin embargo, cuando se analizan los distintos autores posmodernos como Braudillard, Vattimo o Lyotard, hay un carácter fuertemente doctrinario en su rechazo irrestricto de la modernidad, lo cual representa una operación intelectual similar a la de Nietzsche con su radical rechazo del cristianismo y de un cierto humanismo.

Hay otras diferencias también: el posmodernismo no pretende ser directamente una concepción sobre el hombre, hay algunos enunciados, pero no pretende ser una teoría del hombre, ni tampoco de la sociedad ni de la política; pero se dan una serie interesantes aproximaciones, sobre todo entre el pensamiento de Popper y de los posmodernos. En primer lugar, el neoliberalismo aparece como un individualismo radical según el cual la justicia social, la solidaridad y la cooperación son atavismos del pasado; por su parte los posmodernos, aunque afirman el descentramiento, el fin del sujeto, el posmodernismo es, como modelo de vida, un individualismo radical, que rechaza la acción comunitaria y la solidaridad. Ambos conducen a la privatización de la vida cotidiana y a una minimización del ámbito de lo público; en segundo lugar, ambas sostienen la doctrina, la antigua doctrina - que al parecer ya fue formulada por primera vez por Locke - del fin de la historia; pero la entienden de modo diferente. Para los neoliberales, hay una doctrina del fin de la historia, porque el capitalismo es insuperable, el capitalismo representa el juicio final, Cualquier intento de superar el capitalismo, nos dice Popper, nos llevaría a la barbarie, y de allí lentamente a la reconstrucción del capitalismo otra vez.

Los posmodernos afirman la doctrina del fin de la historia, pues estamos viviendo un presente continuo, un éxtasis del presente, que en buena parte se construye a partir de la influencia telemática, como aparece en los textos de Vattimo. Para ambas corrientes la historia no tiene sentido alguno. Desde el punto de vista de Popper la historia no tiene sentido porque solamente es un conjunto de acontecimientos. La historia no tiene una dirección, ni podría orientarse hacia alguna parte. No hay, por lo tanto, tendencias de la historia, ni hay tampoco una lógica de la historia. En este caso, los posmodernos también están de acuerdo: sólo hay acontecimientos discontinuos, dispersos. No es posible comprender, no se puede hablar de la historia como una unidad, hay una diversidad de historias. Y hay en este sentido otra coincidencia: ambos rechazan completamente la idea de totalidad. Desde el punto de vista de Popper, la idea de totalidad es absolutamente incomprensible porque no sería posible conocer las relaciones que existen entre los elementos de un todo, lo que hay es solamente elementos separados. Popper sostiene la idea de un individualismo metodológico: todo debe ser comprendido a partir de los elementos individuales.

Por su parte, los posmodernos rechazan la idea de globalidad. La razón humana no comprende de manera global, sólo hay elementos, acontecimientos y experiencias discontinuas. En ambos casos encontramos un antisocialismo radical. En el caso de los neoliberales, el socialismo representa una forma de pensamiento regresivo, una forma de vida tribal y además representa un error desde el punto de vista científico, pues se basa en la teoría del constructivismo social que es absolutamente indefendible. Para los posmodernos el socialismo no es más que un mito, un metarrelato fantasioso y por ello el fin de la modernidad sería asimismo el fin del socialismo con sus metarrelatos.

domingo, 27 de junio de 2010

EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO

“Obra de amor es la creación del artista”, dice José Enrique Rodó. Obra de amor es “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría. La protesta surge después: avasalladora, emocionada, trágica, sangrante. No es primero el grito, la intencionada y punzante denuncia; sino la brava y humana emoción fraternal, la agobiante carga de amor, que deja en las retinas del alma todo el retazo de mundo que amó el artista: sus campos, sus cerros, el sol, la luna, el mediodía, la madrugada y, sobre todo, los hombres que destilan su esperanza como siembra alrededor del fuego, de la chacra, del cielo alto y estrellado.

Desde aquí se hace universal su amor, su canto, su protesta. No se comprende de otra manera las lentas y – a veces – cansadas descripciones que nos dicen del amoroso empeño de Ciro en pintarnos toda la belleza bravía y tierna, violenta y tenue de los campos indígenas, de las vivencias comuneras y de su telúrico, humanizado amor: fuerte como el Rumi, rojo como el fuego, alto como el vuelo del cóndor.

Obra de amor es “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría. El amor transforma el mundo. Obra de amor tiene que ser la revolución de los huérfanos, de los pobres, de los últimos…

La Industria 26-03-67

domingo, 20 de junio de 2010

EL SACRIFICIO

¿Cuántos estamos dispuestos a sacrificarnos por los demás? Seguramente ninguno de nosotros. Pero hay quiénes si lo han hecho. Y lo siguen haciendo. Me refiero al sacrificio de la vida que exceda lo puramente familiar, en una entrega sin esperar correspondencia material ni afectiva. Me he preguntado siempre qué honduras espirituales lleva a que algunos hombres y algunas mujeres entreguen su tiempo, su juventud, sus energías, su vida entera en el servicio gratuito, pleno de gracia, - que esa y no otra cosa es la gratitud, la gratuidad del acto sacrificial.

Pienso, por ejemplo, en el padre belga, Damián de Molokai, quien, en un acto incomprensible para nuestra feliz y satisfecha existencia, se fue joven, apenas ordenado, a la isla maldita, olvidada, y apestada de Molokai, donde eran desechados los leprosos de entonces. Y allí los sirvió con extraordinario amor, día a día, sin asco, curándolos, asistiéndolos espiritualmente, sin otra recompensa que la sonrisa de hombres y mujeres cuya esperanza estaba totalmente quebrada. Y se contagió. Y murió. Y no tuvo nada. Sólo su muerte. Pero los pobres lo amaron. Y los belgas, en una encuesta nacional, el primero de diciembre del 2005, lo escogieron como el belga más grande de todos los tiempos.

También pienso en Teresa de Calcuta y su admirable historia, conocida por todos en el mundo entero. Calcuta. ¿Nos hemos puesto a pensar sobre la Calcuta donde Teresa sacrificó su vida al servicio de los más pobres entre los pobres? Dominique Lapierre describe admirablemente esa Calcuta en su libro “La Ciudad de la Alegría” (ésta era un arrabal de la gran Calcuta): “Con sus rectángulos de casas bajas construidas en torno a un patio minúsculo, con sus tejados de tejas rojas y sus callejas rectilíneas, la Ciudad de la Alegría se parecía en efecto más a una ciudad obrera que a un barrio de barracas. Sin embargo, ostentaba el triste récord de la mayor concentración humana del planeta: ciento treinta mil personas por kilómetro cuadrado. Era un lugar donde no había ni un árbol por cada tres mil habitantes, ni una flor, ni una mariposa, ni pájaros, con la única excepción de los buitres y los cuervos. Donde los niños no sabían lo que era un matorral, un bosque, un estanque: donde el aire estaba tan impregnado de óxido de carbono y de azufre, que esa contaminación ocasionaba la muerte al menos de una persona de cada familia; donde un calor insoportable petrificaba a las gentes durante los ocho meses del verano; donde el monzón transformaba las callejas y las chabolas en lagos de fango y de excrementos; un lugar en el que la lepra, la tuberculosis, las disenterías y todas las enfermedades carenciales reducían la esperanza de vida a uno de los niveles más bajos del mundo; donde ocho mil quinientas vacas y búfalos encadenados sobre montones de estiércol daban una lecha envenenada de microbios”.
Allí paso casi toda su vida la madre Teresa de Calcuta. ¿Alguien ha visto su rostro amargado alguna vez? ¿Se disputaba un pedazo de playa para broncearse como cientos de superficiales mujeres en las costas de Asia, en el Perú? No, no lo hizo. Con su túnica pobre y simple, es, probablemente, la mujer más portentosa que dio el siglo XX.

¿Y Charles de Foucauld? Se fue a vivir entre los más pobres del desierto, los tuaregs, abandonando su vida regalada, en plena juventud. Allí también los sirvió, sin esperar nada. Ni siquiera la alegría de haber visto algún converso para su propia fe. Sabía que el servicio, para ser tal, no debía esperar nada de nada. ¡Oh locura incomprensible! Y una bala lo asesinó, allá en los desiertos del Sahara, viviendo su plena soledad y su inconmensurable amor.

Y vuelvo a preguntarme: ¿Qué abismos de amor alimentan a esos hombres y mujeres que entregan así su vida? ¡Qué infinita distancia con los poderosos y corruptos de nuestro tiempo!

domingo, 13 de junio de 2010

PODER Y CORRUPCIÓN

El poder corrompe, pero no a todos. Nelson Mandela fue un estadista ejemplar. No se corrompió. La cárcel no le hizo renegar de sus principios. No lloriqueó ante el enemigo. No se humilló. No se prosternó. No rogó. No se sumó al coro de los tránsfugas y traidores. No delató a nadie. No vendió a sus compañeros de lucha. Pasó 27 años en la cárcel. Y luego dirigió el país que amaba. Y no se corrompió.

Tomás Moro era el Lord Canciller de Enrique VIII. Es decir, estaba en la cima del poder. Pero no obedeció al monarca en cuestiones centrales referidas al primado de la Iglesia. Renunció a todo cargo y vivió en la pobreza, pero no se inclinó ante el poder. Y eso le costó la vida. Fue decapitado. ¿Los corruptos de hoy podrían repetir lo que dijo entonces: «En mi corazón no encuentro las fuerzas suficientes para hablar de forma distinta a como me dicta mi conciencia?»
Ernesto Che Guevara era ministro de economía de la naciente revolución cubana. Admirado y amado por el pueblo. Y no se corrompió. Renunció al poder, al ministerio de economía, para ir, con su adarga al brazo, a combatir los molinos de viento del capitalismo. El poder no lo corrompió.
Simón Bolívar, después de la conjura que casi le cuesta la vida, salvado por la sagaz intervención de Manuela Sáenz, “la libertadora del libertador”, abandona el país que había liberado. Su mirada está puesta en Europa. No tiene medios económicos para una vida acomodada. ¡Él, el Libertador de cinco naciones!, al que aclamaban los pueblos, no tiene dinero ni otros medios que le aseguren el porvenir de una vida tranquila. Murió pobre. Y no se corrompió.

Bien decía Mario Bunge al ser preguntado si el poder siempre corrompe: “No – dijo -. No corrompió a Nelson Mandela, un hombre con sólidos valores personales y sociales. Alguien dispuesto a hacer el bien al prójimo. A luchar por la paz, la conservación del medioambiente, la igualdad…”

¿Cuántos de nuestros compatriotas que ocuparon y ocupan cargos claves en la conducción del país responden a este preciso retrato que hace Bunge de Mandela? Hombre con sólidos valores personales y sociales. ¿Los tuvo Fujimori? ¿Los tiene Alan García, en cuyos dos gobiernos se han producido hechos nauseabundos de corrupción, apenas superados por el gobierno de Fujimori-Montesinos?

Estos corruptos actuales, ¿están dispuestos a hacer el bien al prójimo, o sólo buscan llenarse impunemente los bolsillos? ¿O están prestos a luchar por una verdadera paz, fruto de la justicia? No, el pueblo sabe que nunca habrá paz si primero no hay justicia. ¿Tal vez estén prontos a luchar por la conservación del medioambiente? Tampoco. ¿Y Bagua, y la Amazonía, y las mineras y sus tajos abiertos, y el mercurio de Choropampa?
¿Tal vez busquen luchar por la igualdad? ¡Vade retro, terrorista!, dirán los neoliberales de ayer y de hoy. No interesa la igualdad, sino la libertad, gritarán, repitiendo lo que dijo Karl Popper, uno de los arquitectos teóricos del neoliberalismo. O volverán a repetir a ese impresentable neoliberal, asesor de Pinochet, Milton Friedman, cuando afirmó sin ningún rubor que el hombre es desigual por naturaleza.


El poder corrompe, no a todos, pero casi a todos, ¿verdad, señor presidente?


sábado, 22 de mayo de 2010

¡OH, SAGRADA FORMA!

Aquellos que viven en la comodidad de sus tranquilos días, absortos en la contemplación de sí mismos; aquellos, digo, que esperan la reeducación de la Humanidad, el cambio gradual de los espíritus, para que luego advenga la Edad de Oro y la Fraternidad Universal; esos, con seguridad, viven de espaldas a su propio tiempo, a su próxima realidad, a sus hermanos que agonizan y mueren diariamente. Amparados en una filosofía que desdeña el riesgo, el trabajo humilde en dirección al Otro, enamorados de su propio DESPERTAR, ignoran que esa meta solo será posible abrazando a los demás.

Argumentan la necesidad de lograr primero un personal equilibrio, una armonía interna, para luego enseñar el CAMINO a los ciegos, a los que se hallan en un nivel inferior de desarrollo, reencarnación de una disoluta vida. Coherentes con esa magna idea dicen buscar el sendero de la liberación, y entonces explican y justifican admirablemente la situación en que vive la HUMANIDAD actual.

Una secreta SOBERBIA los habita. Desdeñan a los que de diversos modos, sensibles ante la miseria del PUEBLO (¡Oh, Demagogia, dulce enemiga, quítame esa palabra de la boca!), dedican esfuerzos lentos, pequeños, dolorosos, para lograr que ese Pueblo y sus niños torturados (¡Oh, Sentimiento, hermano, aléjate de mi corazón), tengan alguna vez un lecho tibio, un pan fresco, una dulce caricia.

Deslumbrados por su propia luz, poseedores del CONOCIMIENTO, o estando en el camino de conseguirlo, andan por las calles tristes de la patria, diciendo su hermosa VERDAD: “Hombres, hermanos míos, DESPERTAD primero, que lo demás vendrá por añadidura. Cada quien tiene lo que merece y una tarea que realizar en esta encarnación”.

Aquellos, decía, que viven la comodidad de sus tranquilos días, se rasgan las vestiduras literarias cuando oyen o leen creaciones de intenso contenido pero de balbuciente expresión, y optan por la FORMA como suprema finalidad del arte. ¡Oh, FORMA, amada mía, desdeñosa en este tiempo de angustias y de urgencias!, ¿serás benévola con los que te amamos de veras? ¿Tendrás paciencia y esperarás la tranquilidad de mejores días para adorarte como merece tu serena belleza? No seremos nosotros quienes construyamos las catedrales ni los oratorios para exaltar tus virtudes ni los dulces himnos para alabar tus dones; pero, dígnate considerar en estos tiempos las rudas frases, los castillos de juguete, la sordina del humo, que te ofrecemos prosternados a tus pies, brillantes como el oro.

¿Perdonarás las frases que te presentan los humildes poetas del pueblo, pero que no han entrado en tu Templo, a donde sólo llegan los elegidos de tus besos? ¿Tendrás blandas miradas para los que, con torpes manos, te levantan capillas sin perspectiva, lienzos sin equilibrio, esculturas sin proporciones? ¿Hallarán gracia ante los Pontífices de tu Iglesia, que te sirven delicadamente, para llegar un día a la banca primera de la gran nave que bien cuidan tus Santos Guardianes?
Mientras tanto, OH, SAGRADA FORMA, recibe el salterio de tus pastores, su lana sin escardar, sus desteñidos ponchos. Considera que viven en el frío, en las altas cumbres de su soledad y de su abandono. Atiende también las bárbaras melopeas de tus obreros en los Coliseos, donde, entre licores y sueños rotos, dicen de su miseria, de sus hijos tísicos, de sus mujeres muertas, de sus amigos torturados por la POLICÍA. Perdónalos por sus torpes palabras. Mejores tiempos han de llegar. Mientras tanto, considera que, a pesar de estos durísimos días de hambre, desesperación, locura y muerte, tus flacos amantes, adoradores de tu LUZ, te cantan torpemente, pero no renuncian al Amor, a la Poesía, ni a la VIDA.

sábado, 15 de mayo de 2010

NOSTALGIAS

Tardábamos dos días en llegar allá. En el camino, diciendo cuentos de aparecidos, las horas transcurrían velozmente. Desde los desfiladeros, la hacienda parecía, con las calaminas de sus techos, una pequeña moneda de plata; y abajo, muy hondo, el río se retorcía entre la tierra salpicada de soberbias manchas verdes. Un instintivo estremecimiento nos hacía disminuir la marcha de los caballos, y éstos, comprendiendo la mágica y maligna voz del abismo, tanteaban bien en donde asentaban el casco.

Las ruinas nos saludaban con pétreas voces. Mientras ascendíamos una escarpada cuesta, innúmeros ojos de viento entre los muros viejos nos miraban. ¡Oh, qué fuerza misteriosa nos unía con aquellas soledosas ruinas!

En tres cerros, como testas de tres caciques, toda la ciudadela conservaba su fisonomía envejecida y triste. Y desde allí recibíamos el saludo de una cooperativa de cerros en fiesta multicolor de mediodía.

Piedras. Soledad centenaria. Abismo cuajado de misterio. Sinfonía de vientos rebeldes como sus antiguos pobladores…. ¡Qué amor voraginoso e instintivo nos hacía correr sobre aquellos muros!, ¡qué inconsciente y enraizada alegría nos unía con el tiempo y con aquellos que habitaron allí!
No éramos ya niños: éramos águilas, cóndores, aves sin límites. No contemplábamos ya la hacienda: nuestros pechos latían con anhelo inútil de unión definitiva hacia aquella soledad derruida.

(Hoy, cuando las ruinas del odio acechan como serpientes nuestras vidas, con lágrimas tomo entre los dedos de mi amor los recuerdos de mi niñez ingenua y los paseo en una temblorosa procesión de piedras, de abismos y de alas…).

EL PRIMER POEMA
Miro a mi madre: arrugada, encanecida, madura de dolor y de vida; total de martirio y de entrega. Recuerdo sus manos apretando la mía, llevándome por aquellos caminos, por aquel bosque, por aquellas pampas.

Sí. Es claro el recuerdo. Mi madre, maestra. De la mano. No camines tan rápido, que me pierdo, espera… Sí, sí, te escucho: “Madre, tu carta he recibido y he llorado sobre ella tanto y tanto, que los renglones han desaparecido bajo las turbias gotas de mi llanto”. Sí. Todo es claro. Mamá, recuerdas ese poema, ¿verdad? Te miro. “Tu carta he recibido… he recibido”… Sí, lo repito: “he recibido… y he llorado sobre ella tanto y tanto”. ¡Tanto! Esos bosques, esas pampas, tu mano tibia. ¡No camines tan rápido, no me dejes! ¿Te ríes porque lloré? ¡Qué tonto eres, hijo, si sólo es un poema! ¡Ah!, ¿nada más que un poema era?

¡He llorado tanto y tanto! ¡Qué risa!

domingo, 9 de mayo de 2010

OH KEMPIS, KEMPIS…

En la casa hacienda de Uningambal, bella tierra donde nací, mi padre solía repetir los versos de Amado Nervo: “¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo, /pálido asceta, qué mal me hiciste! / ¡Ha muchos años que estoy enfermo, /y es por el libro que tú escribiste!”. Y luego me decía: Lee a Kempis, no sé quién es, pero debe ser alguien muy importante.

Y era, efectivamente, alguien muy importante. Lo descubrí más tarde, muy tarde tal vez, en el Seminario de San Carlos y San Marcelo, donde estudié algunos años: un gastado ejemplar de la “Imitación de Cristo”: Allí, fascinado, leí sus terribles páginas iniciales: vanidad de vanidades, todo es vanidad. Y el eco de la voz lejana de mi padre brotaba mientras leía: ”¡Oh Kempis, antes de leerte amaba/la luz, las vegas, el mar Océano; /mas tú dijiste que todo acaba,/que todo muere, que todo es vano!”.

El monje Tomás de Kempis, místico alemán del siglo XV, cuyo libro tiene más de 3 000 ediciones, siendo a la fecha, probablemente, el más editado después de la Biblia, ha influido en la literatura y en la vida cristiana durante siglos. Algunos piensan que es muy austero, pero otros, alaban su luminosa teología ascético-mística: “Vanidad es, pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto pasa: y no buscar con solicitud el gozo perdurable”.

Todo es vanidad, pues: la fama, la riqueza, los honores, los placeres, la vanagloria. El autor místico repetía la sabiduría del Eclesiastés, pero en el tono del monje las palabras del escritor viejotestamentario resonaban con el sonido de una piedra que cae en un profundo pozo, sonido inapelable que era, en verdad, la sabiduría que desollaba la vana ilusión de que todo permanece y que aferrarse a lo transitorio no es sino locura, pero no la sabia, sino la loca, la que va tras lo caduco y lo perecedero, oh pálido asceta, qué mal me hiciste: “Antes, llevado de mis antojos, /besé los labios que al beso invitan,/las rubias trenzas, los grandes ojos,/¡sin acordarme que se marchitan!”

Oh Kempis, Kempis, al revisar nuevamente tus páginas y tus palabras, pétreas, inconmovibles, ásperas, y tu tenaz sabiduría que discurre como agua inacabable, sorda, subterránea, pronta a brotar como un capullo de fuego, veo la manada de ricos que van tras la vana riqueza, olvidando que “el hombre pasa como las naves, / como las nubes, como las sombras”.

Ese aullido místico, que rasga la niebla del tiempo, exclamando que la vida pasa como una sombra, que todo es vano y nada permanece, ¿tiene algo que decirnos a los hombres del siglo XXI, tan exhaustos y agitados?, ¿algo a los soberbios capitalistas que acumulan riquezas sin mirar el dolor de las innúmeras madres que cargan sin esperanza sus huérfanos moribundos?

Es necesario repetir, a esos sepulcros blanqueados, lo que Kempis dijo a su hermano, quien, lleno de riquezas y fatuidad, le mostraba la magnificencia de su palacio. El humilde monje, muy impresionado por lo que había visto, dijo, sin embargo, a su necio hermano - en realidad estaba hablando a los pervertidos avaros de todos los tiempos - : Todo es muy bello, sólo le falta una puerta a tu palacio. ¿Cuál? - le respondió el ciego-, dime en qué lugar debe estar esa puerta e inmediatamente la construiré. Kempis, iluminado, le susurró: La puerta por donde un día te sacarán muerto.

domingo, 2 de mayo de 2010

¡DESAPARECIDA!

En la ventana de un viejo bus repleto de pasajeros, vi un amarillento y desvaído cartel que decía: ¡DESAPARECIDA! Y luego una fotografía, ya borrosa, un nombre y una fecha.

Imaginé la casa de esa niña, la silla vacía, el cuarto aseado para cuando vuelva, los juguetes polvorientos a pesar del cuidado materno. Porque la que se va y no vuelve pronto, un día, tarde o temprano, volverá, porque la queremos, porque nos extraña, porque seguramente llora en la noche, sola, porque sueña en ese día que es su esperanza, y tal vez no coma, pobrecita…

Y luego, no imaginé, sino revisé los últimos reportes anuales de personas desaparecidas en el Perú, y la evidencia de esa lacerante realidad me dejó anonadado, abismado en la perplejidad –pero más en el odio- de una situación cuyo averno no tienen parangón por su perversidad y que también es aceptada complacientemente por la sociedad biempensante de los países capitalistas, como el nuestro: En el 2007: 847 desaparecidos, entre niños, niñas, adolescentes y uno que otro joven, y, más raro aún, algún adulto; 2008: 979; 2009: 1279; 2010: 385 (enero- marzo). El incremento es aterrador. ¿Cuántos casos han sido resueltos? ¿La policía y las autoridades ponen el mismo empeño en resolverlos, como ponen en buscar y rescatar a empresarios o personajes con influencia y poder?

Según fuentes policiales sólo en Lima desaparecen un promedio de 8 personas diariamente, la mayoría de las cuales son niños y niñas. Del total de desaparecidos sólo un 10% retorna a sus hogares, del resto se pierde su rastro definitivamente.

Sin embargo, se conoce el destino de los desaparecidos: el tráfico de niños es el tercer negocio mafioso internacional que mueve miles de millones de dólares después de la droga y la venta ilegal de armas, y esos niños serán sacrificados como animales de laboratorio, y serán vendidos sus órganos, o serán utilizados como esclavos sexuales.

Hay, pues, un verdadero mercado de niños y niñas, y como en cualquier mercado hay un stock de colores, tamaños, edades y otras características que son ofertadas por una mafia de traficantes a insaciables devoradores, llamados eufemísticamente “turistas sexuales”, o a verdaderas organizaciones criminales que cada día crecen en el mundo. ¿Cuántas autoridades corruptas están involucradas en este infame negocio?

No se trata sólo de calmar nuestra indignación condenando – con justicia – a los curas pederastas, sino también se trata de denunciar, sin vacilaciones ni pudorosos temores, la sistemática y cuantiosa actividad económica de la trata de personas, particularmente de niños y niñas, en la cual se encuentran pervertidos negociantes y monstruos humanos de la peor especie.

Mientras tanto, cada madre y cada padre mueren diariamente un poco al no conocer el destino de su ser querido. Y los que se han resignado a no ver nunca más a la desaparecida, al desaparecido, no tienen una tumba para ir a depositar flores o para decir una oración. En realidad, no tienen ya nada, y la esperanza, desvaída como ese cartel del viejo bus, se va destiñendo lentamente con el paso de los años, que también roe los juguetes convertidos en punzantes puñales que cada día, oh mi pequeña, oh mi pequeño, desgarran nuestro corazón, pero ya no llores, porque pronto nos encontraremos en las praderas de la eternidad y entonces ya nadie nos podrá separar…

domingo, 18 de abril de 2010

DE FANTASMAS Y OTROS SUEÑOS

Oigo, afuera, mientras llueve, los silbos de un hombre que camina en la bruma. Así me veo cada vez en sueños: un hombre que camina bajo la lluvia, silbando a los fantasmas de la tierra mientras añora despertar. ¿Hemos venido para silbar bajo la lluvia? ¿Para no guarecernos mientras llueve y mirar sobre el puente las aguas que nos torturan y fascinan? ¡Hemos venido para transitar! ¡O para ser como fantasmas que caminan silbando bajo la lluvia, mientras todos duermen soñando despertar!

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Des-cubrirse: quitarse el velo, no cubrirse. Descubrirnos: no cubrirnos más. Ser uno mismo: en la palabra, en el gesto, en la acción. ¿A qué temer ya en estas coyunturas de la vida? Decir nuestra palabra: la nuestra. Gritar nuestros sueños: los nuestros. ¡Ay, los fantasmas que nos pueblan y nos aterran! Cuando decimos: me he descubierto, decimos simplemente que hemos dejado de cubrirnos con los sedimentos de tantas falsas vidas. Dejar de ser legión. O morir.

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Se repite este Trujillo de otro modo. Ya nunca podrá ser el mismo. Faltan esas voces, esos llantos, los júbilos aquellos. Falto yo, el de entonces, y tú faltas, la innúmera voz, la única melodía; los rumores faltan de las calles asaltadas, y ese grito falta, y la bandera quemada en la plaza, y el humo en tu cabellera o el pasmo ante el tiempo que roe tu ausencia, falta.
Falta todo en este Trujillo que no cesa en esta tarde que muerde como cada tarde, porque no basta el pan o el abrigo ni las conocidas voces ni los cansados pasos. Y este vacío que me llena, esta inmensa ausencia que soy yo mismo, este lamento que medra –agazapado - en mi corazón.

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Los años que pasan. Y esta alegría que no quiere ser alegría sino una porfiada nostalgia de algo - ¿ALGUIEN?- infinito que siempre se aleja y nos envuelve siempre. Lo que nos devora. Lo que nos alimenta.
Y esta fugacidad. Y este tránsito doloroso. Y esta perplejidad. Y este descubrir que somos como un río inabarcable, inacabable, como el África de nuestros sueños infantiles. ¿Y los que nos aman, no cesan en su amor? ¿Y los que amamos, reposan en nuestro amor? ¿Tanto y tan poco dura todo?
¡Los años que pasaron como un vientecillo huracanado! ¡Y sus espinas y sus botones cerrados y sus cementerios o sus lunas prendidas en las malvas de nuestros sueños!

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Antes de morir, nuestra madre quiso que todos nos reuniéramos. Y nos llamó a todos. Y fui a llamar a mis hermanos y hermanas, y vinieron, niños, niñas aún; y bajamos a un sótano. Y nuestra madre quiso que bajáramos otra vez con quienes estuvieran allí. Yo estaba solo. Vi que todos estaban, pero sentí que alguien faltaba. Y mientras bajábamos otra vez, mi madre lloraba pidiendo que nos reconciliáramos. ¿Entre quiénes? Ahora no lo sé, pero lo sabía mientras llorábamos en el sótano de una casa, que no era nuestra pero era querida y familiar. Creo que echábamos de menos a una hermana pequeña. Y vi a algunas tías que reían y recordaban tiempos idos... Y de pronto estuve en unas laderas y escuché los cantos de un grupo de indios, de aquellos que alimentaron mi niñez, y los escuché cantando una melodía que jamás oí, pero que siempre llevé conmigo. Y supe que esa canción era mi perdida infancia y que esos indios sentados, desnudos, con un tamboril y sus voces, eran los que siempre o desde siempre moran en la memoria de mis sueños, como este sueño que no acabo de soñar.

domingo, 11 de abril de 2010

¡Viva la muerte!

La muerte - siempre nueva, siempre vieja - es celebrada a veces como liberación o resurrección; otras, es condenada como humillación o como definitiva afrenta. ¿No dijo Heidegger que el hombre es un ser-para-la-muerte?

Esta orientación heideggeriana, pero sin la densidad metafísica del gran pensador alemán, es la del presidente Alan García, tan cristiano él, tan sensible. ¿No lo vimos en una foto pasear entre los cadáveres de los caídos en Los Molinos- Jauja, - en 1989 - donde había, según crónicas de entonces, mujeres, niños y ancianos? ¿No fue, eufórico, calzando bota militar, a felicitar a los comandos que ejecutaron a numerosos rendidos? ¿No dicen – lo he leído y lo he escuchado muchas veces - que ordenó la carnicería de los penales en junio del 86, donde hubo más de 300 muertos? ¿Acaso hemos olvidado las matanzas de Accomarca y Cayara? ¿No fue el responsable final de la masacre en Bagua? ¿No promulgó la ley que faculta a los policías disparar en las protestas o manifestaciones? ¡Viva la muerte!, señor presidente.

Y ahora, la matanza de los mineros informales. Para García, ¿no hay otro diálogo que el de las balas? ¿Cuántos muertos esta vez? ¿Cinco, diez, quince? Los números refiriéndose a vidas humanas saben a vidrio molido, a ortiga, a arena en la boca. ¿No llora Alan por esos muertos? ¿Dónde, pues, sus lágrimas, dónde su corazón tan sensible? ¿Cuántos muertos van, señor presidente? ¿Los cuenta? ¿Duerme usted tranquilo?

Platón afirmaba que se debía constituir la ciudad feliz, sin distinción de personas, “porque no queremos la dicha de algunos - decía -, sino de todos”. ¡Qué lejos de ese pensamiento está el soberbio Alan García!; entonces, ¿para quién gobierna? ¿Por qué hace tanta acepción de personas? ¿No se proclama presidente de todos los peruanos? ¿Por qué engorda a unos - muy pocos - y enflaquece a otros? ¿Por qué a unos mata y a otros - muy pocos - les propicia larga, feliz y regalada vida?

Esa vocación tanática de García, ¿le humaniza? ¿Le genera el respeto de los ciudadanos? ¿Es cada día más amado por el pueblo? A García, el Príncipe, que obedece el consejo maquiavélico de ser temido antes que amado, ¿qué le lleva a signar su actual mandato con ese nimbo fúnebre, con esos crespones que cuelgan de su pecho como estandartes de los caballos apocalípticos?

Creímos que con Fujimori se alejaba ese olor de podencos putrefactos que eran sus esbirros mayores, desde Montesinos a los Colina innombrables. Pero no. Ese olor carroñero se mantiene. La muerte ronda, ineluctable, irrespirable, manilarga, asaltando los sueños de los que sueñan una vida digna, un país otro, una felicidad distinta a ésta malnutrida, malquerida, aborrecida, oh paradoja, felicidad horrísona por falsa y pervertida mascarada de un presidente cínico, orondo y cachaciento, que muestra cifras confusas y confundibles, pero no sonrisas ni el gozo de todos.

A García, funerario Príncipe, que ostenta esa faz tan oscura y necrofílica, le está vedado repetir el himno paulino: “¿Dónde está muerte tu victoria, dónde tu aguijón”? Porque este segundo mandato, unido por el cordón umbilical de la madre nutricia del primero, no es sino la victoria de la muerte sobre la vida, del aguijón de las balas asesinas que hincan su espasmo definitivo en la vida, en las utopías de los pobres que anhelan, como Vallejo imaginara, una fiesta, “al borde de una mañana eterna, desayunados todos!” Amanecer que sólo será posible, Cholo, con el acto más pleno y más humano, el de la rebelión, que ningún opulento García, podrá, finalmente, detener.

domingo, 4 de abril de 2010

LA PRIMERA PIEDRA

Hay sacerdotes que han dejado imperecedera huella en nuestro tiempo: Thomas Merton, autor de la fascinante autobiografía “La Montaña de los siete círculos” y del singular texto pleno de fulguraciones místicas “Nuevas Semillas de Contemplación”: fue maestro de Ernesto Cardenal, el magnífico poeta nicaragüense de los “Salmos” y “Oración por Marilyn Monroe”; Camilo Torres, que ofrendó su vida por la liberación de los oprimidos; Monseñor Romero, heroico y paciente, con aguda conciencia que sería asesinado por la derecha salvadoreña y que, sin embargo, no traicionó a sus fieles ni a sí mismo; Damián de Molokai, que dio su juventud, ¡oh locura!, para servir a los leprosos hasta morir devorado por la terrible enfermedad; Teilhard de Chardin, eminente científico, autor de trabajos centrales como “El fenómeno humano” y “El porvenir del hombre”; Gustavo Gutiérrez, maestro excepcional, fundador de la Teología de la Liberación, paradigma de vida sencilla y de servicio al pueblo.

Pero al lado de estos sacerdotes ejemplares, que seguramente tuvieron en su corazón la lucha de las dos ciudades agustinianas, Civitas Dei y Civitas Diaboli, hay otros que son una verdadera catástrofe y repudiables en grado sumo: los pederastas. Pero no sólo los de hoy, que escandalizan al mundo entero, sino los de ayer también (cf. Pepe Rodríguez: “Pederastia en la Iglesia Católica”), como el cardenal austriaco Hans Hermann Groer, “un protegido de Juan Pablo II que gozó del apoyo y encubrimiento del Vaticano”; el sacerdote Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo en México; el polaco Julies Paetz, “un arzobispo sexualmente voraz que el Papa no pudo salvar”; el arzobispo argentino Edgardo Storni, “que ponía a Dios como avalador de la bondad de sus abusos sexuales”. Y de notorios encubridores como el obispo chileno Tomás González, “que presumía más cualidades en los curas pedófilos que en sus víctimas”; el cardenal norteamericano Bernar Law, el español Ricard Carles Gordo, el prelado francés Pierre Pican, el obispo irlandés Brendan Comiskey. Y una estremecedora lista de sacerdotes pederastas a lo largo y ancho de Latinoamérica.

Sin embargo, a pesar de su atrocidad imperdonable, hay quienes pretenden atenuar esos abominables actos apelando a la idea de que todos somos pecadores y que por ello no tenemos derecho a juzgar ni podemos tirar la primera piedra, usando así, torvamente, el mensaje crístico para encubrir a esos delincuentes eclesiales.

Pero sí, sí podemos tirar la primera piedra contra aquellos que sometieron, violaron, pervirtieron y destrozaron la vida de centenares de niños en el mundo entero; contra los que sodomizaron a los infantes sordomudos y contra los jerarcas que no dijeron nada y en los hechos promovieron la proterva conducta de sus ministros. Sí podemos y debemos tirar la primera piedra contra los obispos, arzobispos, sacerdotes y toda su cohorte de nefandos alcahuetes, y exigir a la misma Iglesia y a la justicia ordinaria de cada país la pena que merecen por el horrendo crimen cometido.

¿No les bastó a numerosos jerarcas ser cómplices de la explotación capitalista, de la represión, la tortura y las desapariciones, como en Argentina, y usar sus sermones para justificar y promover la deshumanizante economía neoliberal?

Por eso, no podemos callar, sino arrojar la primera, la segunda y la tercera piedra, y todas las que fueran necesarias. Y si bien es cierto tenemos una viga en nuestro propio ojo - ¿quién nos la arrancará, que ya mucho nos hace sufrir? -, nada se puede comparar a lo cometido por estos delincuentes, cualquiera sea su estado o jerarquía, y para quienes no cabe remisión alguna, pues como dijo Cristo “el que escandalizare a uno de estos pequeños más le valdría que le atasen una piedra de molino al cuello y lo echasen al mar”. La justicia común y la canónica ya tienen el camino trazado por el propio Redentor, y no cabe más disimulo, encubrimiento, alcahuetería ni criminal complicidad.

domingo, 28 de marzo de 2010

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS…

Sería vana pretensión abordar el problema de la palabra en tan breve espacio como éste, porque ni la especialidad, ni el tiempo, me permitirían analizar las múltiples y complejas relaciones, implicancias o derivaciones de la palabra, la cosa que nombra, lo que sugiere, lo que entre líneas dice o deja de decir. O lo que entre suspiros susurra o calla.

Porque cada palabra tiene su carga semántica, sus equívocos, sus univocidades, sus representaciones, sus derivaciones, su tono, su célula musical, su encarnada manifestación. Una es la palabra en la decantada poesía, otra en la relación científica, y, más allá, otra es en los vaivenes cotidianos, en la cita o cuita íntimas, en el dolor de la tortura, en la tortura de la desesperanza, en los gemidos de la caducidad, en la ausencia del escucha, en el barullo del mercado, en la presencia de lo detestable y detestado.

La palabra usada no siempre nombra la realidad manifiesta, ni siempre es la palabra dicha la que la enmascara. Y la que desenmascara no siempre es la deseada ni aceptada. En la malla babelónica o babilónica, la misma confusión: la palabra no dice lo que dice ni niega lo que niega.
La palabra que enmascara la realidad es parte del poder de los que poseen la riqueza, de los que manipulan el saber. Esta no es una verdad nueva - Michel Foucault ya lo expresó de brillante modo -, pero no por sabida es menos importante ni menos urgente denunciar el manejo de la realidad a través de la palabra, buscando proyectar los deleznables intereses de clase y mantener la repudiable explotación local y global.

Qué lejos de la profunda simplicidad aristotélica están esos falsificadores: la verdad es decir de lo que es que es y de lo que no es que no es, y la falsedad, decir de lo que es que no es y de lo que no es que es. Y entonces, para negar las clases sociales, afirman la existencia de sectores A, B, C, D, E. Ya no hay, pues, obreros, campesinos, capitalistas, terratenientes, explotados ni explotadores. Tampoco desempleados, subempleados o informales. Y eso suena bien. No hiere el oído ni la buena conciencia de nadie. Y todos en paz, pues se acabó la lucha de clases, la contradicción, el conflicto. Es decir, decir de lo que es que no es: rotunda y cínica falsedad.

Y si antes se afirmaba que había países subdesarrollados, los operadores lingüísticos imperiales dijeron después que lo que existe son países en vías de desarrollo, y luego, a tono con la posmodernidad, dijeron que lo que discurre hoy en el mundo global son países emergentes. Y ante la existencia de barriadas, tugurios, hacinamiento, promiscuidad, tuberculosis, los manipuladores escribieron que no existían aquéllas ni los cinturones de miseria ni los niños que comen basura, sino pueblos jóvenes, asentamientos humanos y otros juegos de palabras, con lo cual se borraba, nuevamente, la realidad miserable en que vivían las poblaciones a causa del vampírico capitalismo.

Y las prostitutas ya no eran tales dijeron, sino trabajadoras sexuales. Entonces esa despreciable realidad que el capitalismo promueve, permite, alimenta y engorda, con una voracidad criminal y nauseabunda, se convierte, por la mágica palabra, en una realidad que hay que defender, ¡si son trabajadoras! Y las mujeres, ¡pobres, pobres!, continúan siendo las víctimas pisoteadas, irredentas e insalvables de una masculinidad pervertida, celebrada y consentida.

Y así, la inmoral deuda externa ya no existe, pues solo es un problema técnico; y las devastadoras crisis económicas son simples desequilibrios momentáneos; y los crímenes del terrorismo estatal, excesos; y los abominables pederastas, turistas sexuales o pobres pecadores; y… sería interminable continuar mostrando la trapacería de estos mixtificadores de la realidad, cuya artera, tortuosa y zorruna hipocresía debe ser desenmascarada sin ninguna concesión.

domingo, 21 de marzo de 2010

BESTIARIO POLÍTICO

“¡Oh, padres, sabedlo bien:/ el insecto es intransmutable en hombre, pero mas el hombre es transmutable en insecto!” (Carlos Germán Belli)
Desde que Aristóteles dijo que el hombre es un animal político, diversos pensadores han usado metafóricamente la figura de los animales, en sentido distinto al del Estagirita claro está, para caracterizar la conducta de los políticos o simplemente para exhortarlos a imitar el comportamiento animal, tal como lo hizo Maquiavelo, quien aconsejó al príncipe tener la fuerza del león y la astucia del zorro.
También viene a cuento lo que Cristo dijo a sus discípulos:”sed mansos como palomas pero astutos como serpientes”. ¿Son aplicables estas palabras a los políticos peruanos o de América Latina? Y cuando el Nazareno se refirió al hipócrita y taimado Herodes exclamando: “id y decid a esa zorra”, podríamos preguntar: ¿cuántas raposas hay en nuestra selva política?
Siglos más tarde, Thomas Hobbes afirmó que el hombre es el lobo del hombre. Y, ciertamente, ello se constata a menudo en el comportamiento de nuestros políticos. Pero no sólo los filósofos u otros pensadores han utilizado la figura de los animales, sino también los mismos políticos, los escritores y el pueblo, con su inagotable imaginación. Es célebre, por ejemplo, la sátira que George Orwell hizo al totalitarismo estalinista en la novela “Rebelión en la granja”, donde los animales, encabezados por el Cerdo Mayor, se rebelan contra los humanos.
Cerdos, perros, serpientes, gorilas, ratas, son algunos de los animales que han simbolizado a los políticos en diversos escenarios y en variadas ocasiones.
Gorilas son los militares golpistas y sus secuaces. El último en recibir tal mote fue Micheletti, llamándosele en Honduras y en toda Latinoamérica “Goriletti”. Dinosaurios son aquellos que se quedaron anclados en el tiempo, pretendiendo que sus anquilosadas teorías o prácticas siguen vigentes. Camaleones son los que se mimetizan según el territorio donde se encuentren, es decir, aquellos que adoptan el color del partido, movimiento o frente que presumiblemente es el más fuerte. Halcones son los políticos de línea dura y palomas son los más blandos y dizque más democráticos. Su entorno más conocido es Norteamérica. Los Bush eran halcones, y Obama, paloma. Al final, halcones y palomas conviven y se parecen en más de un aspecto. La naturaleza es infinita, pues produce animales inverosímiles. Borges los habría incluido en su “Manual de zoología fantástica”. Igualmente habría incluido a los “ligres” mexicanos, mitad leones y mitad tigres.
Se les llama perros a los militantes del Partido Comunista del Perú (Patria Roja). Sus enemigos dicen que ladran pero no muerden. ¿Hay otros perros en Latinoamérica? Búfalos agresivos y cobardes son, pero no todos, los apristas, porque atacan en manada. Ratas son los corruptos. Es famoso el apelativo de “rata” que le endilgó Alan García a León Alegría, ambos apristas. Cocodrilos son los políticos que fingen profundos sentimientos e incluso lloran en épocas electorales. ¿Los hay en tu país? ¿No llora tu presidente como lo hace a menudo el nuestro?
Otorongos se les denomina a los parlamentarios peruanos. ¿Por qué otorongos, si éstos son los más fuertes y bellos felinos de América? Tal vez por su lentitud y torpeza aparentes. Es obvio que estas características son metafóricamente atribuidas a nuestros inefables congresistas.
Gusanos son los renegados de la revolución cubana, que se venden o se alquilan al imperio. También hay gusanos, y numerosos, en nuestro país. Serpientes son los políticos venenosos, rastreros y traidores…
En fin, aún falta escribir el bestiario político latinoamericano. Mientras tanto, si hay temporadas de caza y veda para otras especies, también debería haberlas para la fauna política. Más de uno se inscribiría para un día de caza o de fumigación, como un servicio inapreciable de salud pública.



domingo, 14 de marzo de 2010

NI PIEDRA FILOSOFAL NI SUMMA FELIZ

René Zavaleta Mercado (1935-1984) es uno de los más importantes pensadores bolivianos. Sus reflexiones, expresadas en un lenguaje brillante y metafórico, son fértiles en ideas originales, ya sea en el análisis teórico general o en la interpretación de la sociedad boliviana. Elabora categorías propias para el entendimiento de la realidad, tales como abigarramiento, momentos constitutivos, formas primordiales, democracia como autodeterminación de las masas, entre otros conceptos.

Su marxismo no es de manual, sino creador. En el ensayo "Ni piedra filosofal ni summa feliz", Zavaleta afirma que Marx fue una "suerte de síntesis superior de la especie humana" y señala con claridad que "la densidad de sus ideas y el tipo de exposición de ellas, permiten varias lecturas que no se prestan a una visión unívoca…".

La reflexión zavaletiana se aleja, pues, de cualquier apropiación dogmática del marxismo. No hay, no puede haber, una visión unívoca, pero tampoco una visión equívoca, sino un abordaje plural de lecturas, las mismas que permiten el conocimiento de las complejas y diversas realidades. Esta postura lo une entrañablemente a Gramsci y a Mariátegui.

De otro lado, el boliviano rechaza las injusticias que se cometen con el pensamiento de Marx, pero al mismo tiempo es contrario a una glorificación panfletaria del mismo. Con ello se distancia de las apologías vulgares del marxismo convertidas en esquemas universalistas que no dan cuenta de la especificidad nacional. Añade que es ”injusto tratar de trasladar nuestras propias imposibilidades a supuestos vacíos en la exposición de Marx", con lo cual da una magnífica lección a quienes pretenden encontrar en el marxismo una respuesta a cualquier situación, cuando esa tarea es un deber de todo intelectual que piense o busque comprender su propia realidad. O también puede interpretarse, y así lo hace el propio Zavaleta, como una incapacidad de pensar, a partir de Marx, diversas realidades o concepciones, como la democracia, el Estado o las clases sociales

Zavaleta es muy lúcido al apropiarse del marxismo como método de conocimiento. Dice que Marx “indicó del modo más explícito que no toda época produce un conocimiento antropocéntrico" o en otros términos, lo que Marx sostenía "es que la historia avanza a su propio costo y que la verdad no es un hecho espontáneo que surge como revelación en el pecho del pueblo, sino que es una selección práctica en el seno del pueblo y por consiguiente la constitución de un tipo de masa o de otro en torno a una selección o finalidad".

Igualmente, Zavaleta refuta con brillantez a quienes achacan al marxismo de estar en crisis: "Es poco serio entonces hablar de la crisis de algo que ha elegido no existir sino críticamente. Es como si supusiéramos que alguna vez no estuvo en crisis. Y esto que vale para el mundo del pensamiento ocurre de un modo mucho más drástico en la práctica social, por ejemplo, con las revoluciones mismas".

Así, pues, el marxismo vive en una crisis permanente. No se osifica, incapaz ya de movimiento, sino que al elegirse como existencia crítica es capaz de ir superándose sin negarse. Por ello, “están equivocados los que creyeron que con el marxismo se había encontrado una suerte de piedra filosofal, o que cada revolución significa el fin de la historia, su summa feliz, y los que juzgan que con ambas cosas habíamos llegado a una conclusión".

El círculo no se ha cerrado. No hay conclusión posible. La historia no ha llegado a su fin, ni como ideología ni como acontecimiento. El marxismo no es ni piedra filosofal ni summa feliz. Es preciso, entonces, leer en las historias de cada nación los substratos que en los momentos agónicos son momentos constitutivos que abren la sociedad a nuevas posibilidades de realización. Momentos revolucionarios que son la manifestación de aquello que se gesta en el seno de la masa, deseosa de sí misma y de su plenitud.




domingo, 7 de marzo de 2010

EL AMOR DE BAYLY

John Maynard Keynes dijo en una oportunidad que «las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree». Y agregaba: «aquellos que se consideran exentos de cualquier influencia intelectual, usualmente son esclavos del pensamiento de algún economista difunto». Obviamente, Keynes se refería a los hombres prácticos, a los que suponen, con risible pretensión e ignara soberbia, estar inmunes a cualquier idea que no proceda de su vulgar pragmatismo.

Cito al renombrado economista, a propósito de Jaime Bayly, quien, en el artículo “La perpetua agonía”, escribió: “Los nacionalistas dicen que aman al Perú. Yo no amo al Perú. Me encantaría, pero no puedo. El Perú son millones de personas. No puedo amar a tanta gente. No soy tan amoroso. No me alcanza el amor. No puedo amar a gente que no conozco. Ni siquiera puedo amar a mucha gente que conozco. Si no consigo amar a mis padres, no sé cómo podría amar a todos los peruanos. Es demasiado. Yo amo a mis hijas, pero no al Perú. No puedo amar a tanta gente. No puedo amar a un país entero”.
Por su parte, años antes, Friedrich Hayek, padre teórico del neoliberalismo, había afirmado: "El altruismo general es, sin embargo, una concepción carente de sentido. Nadie puede cuidar eficazmente de los extraños. Las responsabilidades que podemos asumir deben ser siempre particulares y pueden referirse sólo a aquellos de quienes conocemos hechos concretos y a quienes o la elección o ciertas condiciones especiales han unido a nosotros.” Agregando que aun cuando podamos sentir preocupación por la suerte de nuestros vecinos familiares, no podemos experimentar lo mismo hacia los millones de desgraciados cuya existencia en el mundo conocemos pero cuyas circunstancias individuales desconocemos, y que “por mucho que nos conmueva el relato de su miseria, es imposible que el abstracto conocimiento de esa sociedad doliente guíe nuestra acción diaria. "
“No puedo amar a gente que no conozco”, afirma Bayly, como si expresara una verdad nueva, escandalosa, provocadora. ¿Habrá leído a Hayek? ¿Se habrá percatado que su discurso está copiado casi al pie de la letra de la doctrina del cínico economista austriaco? ¿Será consciente que su pensamiento neoliberal es absolutamente anticristiano?
Cuando Cristo dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino», ¿los conocía a todos? Cuando Teresa de Calcuta se fue a servir a los más pobres entre los pobres, ¿los conocía, eran sus hijos o hijas, su padre, sus hermanos o su madre? Cuando el hombre más preclaro de la historia belga, el padre Damián de Molokai, se fue a vivir entre los leprosos, ¿conocía a esos extraños e infelices purulentos? Cuando Mandela pasó 27 años en la cárcel y luego ya libre siguió luchando por su pueblo, ¿los conocía personalmente a todos? ¿Amaba a esos millones de pobres y desgraciados ciudadanos del apartheid? ¿Y el Che? ¿Y Bolívar? ¿Y Túpac Amaru? ¿Y Martin Luther King? ¿Y Gandhi? ¿Y todos los que han dado su tiempo, su trabajo, su amor y su vida por aquellos que no conocían y que no eran sus hijos y ni siquiera eran sus parientes más cercanos?
Bayly tiene una paupérrima concepción del amor. Sería bueno que vuelva a leer “El arte de amar” de Erich Fromm, porque, si sólo puede amar a sus hijas, y apenas a sus padres, y tal vez a Keiko y al delincuente Fujimori, ¿por qué y para qué quiere ser presidente?

domingo, 28 de febrero de 2010

EL LARGO PLAZO


En economía se considera el corto, mediano y largo plazo. Cualquier manual o diccionario económico nos define con cierta precisión el lapso que comprende cada una de estas periodizaciones. El corto plazo es el lapso en que las instalaciones o la estructura productiva de las empresas no se pueden modificar, lo que sí sucede en el largo plazo. En realidad las diferencias entre corto, mediano y largo plazo, en lo que respecta al tiempo que incluye cada uno, depende del tipo de análisis económico que se pretenda efectuar. Se suele considerar corto plazo menos de 1 año y largo, más de 5.


En cuanto al desarrollo y la eliminación de la pobreza, el problema se da en ese más del largo plazo, periodo de nunca acabar, fecha fantasmal, fetiche, mítica, inalcanzable. Es como esas montañas cubiertas por nubes: llegas a determinada altura, pero allí está otra, y otra, y el alpinista no sabe cuándo ni cómo alcanzará la definitiva cima.


Pero claro, el escalador logra, al fin, alcanzar la cumbre, pero el famoso largo plazo no tiene plazo ni término. Pueden ser 20, 30 ó 50 años. Un ministro boliviano de la época neoliberal dijo que después de 50 años Bolivia podría pensar en el desarrollo. Y el ministro fujimorista Baca Campodónico dijo, en su momento, que habría que pensar en un periodo de por lo menos 20 años para iniciar el desarrollo del país. Es decir, para los neoliberales enunciar fechas, plazos o periodos es un ejercicio cínico e irresponsable, en donde los seres humanos de carne y hueso no cuentan, y los pobres se convierten en un número, en una fría cifra estadística.


Sobre el corto y el largo plazo, el Banco Mundial afirmó impúdicamente: "a largo plazo los pobres se beneficiarán con el restablecimiento del crecimiento continuo que origina un ajuste exitoso (...) Pero a pesar del efecto del ajuste estructural en los pobres como grupo, siempre habrá algunas personas que resulten afectadas por políticas de ajuste y sus efectos a corto plazo”.


Ese lenguaje equívoco, eufemístico e hipócrita pretende ocultar los millones de víctimas en los países donde se aplicaron las políticas de ajuste estructural. La lógica sacrificial, sustentada en una moral de cálculo de vidas, ha guiado –y aún guía- las políticas económicas de varios países de América Latina, como es el caso de Colombia y Perú. ¿No dice nuestro satisfecho presidente que se ha reducido la pobreza en un determinado porcentaje? Pero, oculta que, al mismo tiempo, por efecto de esas mismas políticas la pobreza se reproduce con más porfía que las supuestas disminuciones de la misma. Por eso, Héctor Béjar cuestiona el informe oficial pues advierte que la metodología aplicada para medir los índices de pobreza, hambre o desnutrición crónica no fue la adecuada.


Y por su parte, Oscar Ugarteche afirma que con ese método, la pobreza habrá desaparecido dentro de 80 años, si se sigue creciendo a un ritmo del 5% anual. Y agregamos que tal vez ello fuera posible si es que en ese lapso no se produjera ningún pobre más. Pero los neoliberales olvidan maliciosamente una elemental reflexión: el juego de suma cero: hay ricos porque hay pobres, la pobreza existe porque existe la riqueza. En el caso de los países subdesarrollados no se puede aplicar la suma no nula: ganancia - ganancia; sino la suma cero: ganancia – pérdida. Es la dialéctica del subdesarrollo que decía Hinkelammert: El subdesarrollo y la pobreza no se pueden explicar sino a través del desarrollo y la riqueza.


Y en ese inefable largo plazo morirán millones de pobres, mientras el obeso presidente y todos los ricos de nuestra patria continuarán repitiendo que la pobreza sigue bajando, que el objetivo del milenio casi se ha cumplido. Pero no hablarán jamás de eliminar la pobreza, sino de reducirla. Nos quieren habituar a un detestable gradualismo, a un paisaje subhumano, y todos, o casi todos, aceptamos esa cínica mentira.

domingo, 21 de febrero de 2010

BIOGRAFÍAS

Entre los libros de mi preferencia abundan las biografías. Tal vez sean mis lecturas favoritas porque en ellas busco la novedad que toda vida tiene, por oscura que parezca. Las biografías, las autobiografías y los diarios íntimos nos muestran seres humanos muy complejos. Hay algunos apasionados, trágicos, sombríos, luminosos, extraños a todo esquematismo: Agustín de Hipona, Vallejo, Dostoievski, Nietzsche, Pascal, Kierkegaard, Teresa de Jesús, Francisco de Asís, Dante, Thomas Merton. Otros parecen como demasiado fríos en su vida: Aristóteles, Kant, Hume, Spinoza, Hegel.

Una biografía para ser buena debe ser el retrato interior de los biografiados: sus búsquedas, su evolución espiritual, sus desgarramientos, su pasión. Además, desarrollar la influencia que recibió de la sociedad y el modo cómo influyó en ella. Esta relación dialéctica es imprescindible, de lo contrario tendríamos un biografiado sin historia, sin el humus de su tiempo, sin el olor ni el sabor de sus campos, de sus campanarios o de su jungla de cemento en los que discurrió su trajinar.

Hay biógrafos demasiado estúpidos, entre ellos tenemos a determinados hagiógrafos que nos pintan santos deshumanizados, decadentes y afeminados. Hay otros, que no pasan de ser superficiales y vulgares cronistas de unas cuantas anécdotas del personaje.
Las biografías son lo único que no se repite. Solo en la vida total, en el devenir existencial de la persona, hay una auténtica originalidad. Por ello las buenas biografías jamás aburren, aun cuando sea la misma biografía escrita por diversos autores: es que la riqueza humana es muy amplia. En ese sentido es falso lo que afirma Oscar Wilde: que ni en el pecado se puede ser original. Al contrario, diría que se es original en tanto las motivaciones profundas no se repiten, y aunque se repitieran, el espíritu, la experiencia humana es única y por ella pasa todo; por eso, hay esa impronta de novedad en toda vida.

Cierto es que existen hombres estandarizados, que viven como materia prima de fábrica: se les mete en la vida y van a dar al otro lado sin haber vivido creadoramente. De ellos dijo León Bloy: “Ah, bien sé yo que hay muchos animales llamados racionales que parecen haber vivido sesenta u ochenta años, y a los que un día se les lleva al cementerio sin que jamás hayan logrado salir de la nada. Muchos de ellos hasta han sido famosos en su viaje “del útero al sepulcro”. Sin embargo, en ese viaje, León, los infinitos instantes de cada vida son únicos, originales e irrepetibles.
Cada vida y sus instantes tienen una inconmensurable riqueza. ¿No lo demostró James Joyce en su novela “Ulises”? ¿Y de esa riqueza oceánica no tuvo conciencia el evangelista Juan cuando escribió: “Jesús hizo muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, creo que no cabrían en el mundo todos los libros que serían escritos”?

domingo, 14 de febrero de 2010

Oh bella ciao

Bellísima canción tradicional italiana, transformada por los partisanos, aquellos que resistieron admirablemente la invasión nazi y lucharon contra el fascismo, en un himno a la libertad, al amor, a la vida. Porque Italia, la patria de Dante, de Miguel Ángel, de Leonardo da Vinci, de Maquiavelo, de Gramsci, no sólo era Mussolini, ni las camisas negras, ni la noche oscura del fascismo, ni es sólo Berlusconi, sino era y es un pueblo que siempre ha amado la vida plena y libre.
Desde que los patriotas italianos lucharon contra los invasores nazis, la canción ha sido interpretada en todo lugar en que se combatiera por la libertad. Fue cantada en la resistencia chilena contra Pinochet; en el Perú por los combatientes del MIR, por los trabajadores, los campesinos y los maestros, en las inolvidables manifestaciones de los años sesenta y setenta; en Bolivia fue coreada por los obreros, los campesinos, los mineros, en su lucha contra las sucesivas tiranías del hermano país y contra el voraz neoliberalismo de Sánchez de Lozada, "si yo caigo en la montaña, cava una fosa en la montaña, bajo la sombra de una flor, así la gente cuando la vea dirá, que bella flor!"; en Nicaragua fue dicha contra Somoza, el carnicero, "será la flor de un guerrillero, muerto por la libertad!"; en Cuba, por los combatientes de Sierra Maestra, contra Batista, el mimado de los yanquis; en El Salvador, en Guatemala, en Haití, en el Vietnam heroico del legendario Ho Chi Minh, "esta mañana me he levantado y he descubierto al invasor, oh bella ciao", y durante veinte años combatieron al maniaco compulsivo invasor norteamericano y lo derrotaron; fue cantada en todos los países de América Latina, oh bella ciao, en el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de México, en el 94, apenas el corrupto Salinas de Gortari anunció que México entraba a formar parte del primer mundo, engolosinado por el Tratado de Libre Comercio; fue coreada en el 68 francés, cuando millones de estudiantes dieron una lección de coraje y dignidad y paralizaron a la orgullosa Francia de De Gaulle.
Miles de grupos y solistas la han cantado en salas de barrio, en palacios, en grandes conciertos, en multitudinarias manifestaciones, en teatros sofisticados, en las calles, en los parques.
Oh bella chiao, oh bella muchacha, adiós, adiós, junto a canciones inolvidables como Venceremos, el Pueblo Unido Jamás será vencido, La muralla, Hasta siempre comandante (del legendario Carlos Puebla), o te Recuerdo Amanda o a Desalambrar de Víctor Jara (asesinado por los fascistas chilenos), Que la tortilla se vuelva, el Turururu de la revolución española, o las canciones Que dirá el Santo Padre y los Pueblos Americanos de Violeta Parra. Y luego, cómo olvidar las voces de Mercedes Sosa (Gracias a la vida), de Atahualpa Yupanqui (El arriero), de Alí Primera (Madre, déjame luchar), de Piero (Los Americanos) o las irrepetibles melodías de Quilapayún, de Inti Illimani, o más tarde las voces del recuperado Buena Vista Social Club de Compay Segundo e Ibrahim Ferrer, o la emergencia de la música protesta en el Perú con grupos como Alturas o solistas como Martina Portocarrero, entre otros.
En la tradición de la música popular del siglo XX, Oh bella ciao se inscribe con inusitada originalidad, con una genuina e insobornable pasión libertaria. Su ritmo sostenido, su contenido rebosante de amor y su emoción combativa, la convierten en una de las canciones eternas para los que luchan por construir un mundo nuevo. Y es la comprobación inobjetable que el arte siempre ha estado junto a quienes agonizan por llegar a la tierra prometida de la justicia, del amor, de la igualdad y de la libertad. .

domingo, 7 de febrero de 2010

El arribista

En la fauna política existe un espécimen conocido como "arribista". Éste es una esponja, no una estrella de mar, gelatinosa. Es un parásito que busca el rescoldo de la fama transitoria o el rincón más apestoso de su animal momentáneo. Se pega como una sanguijuela no importándole mostrar su vientre manchado de sangre o de grasa, ni sus manos retorcidas en actitud de orante al revés, ni sus ojos vencidos por la gravedad de la infamia.
Busca sin reparo, como bailarina degenerada de películas porno, mostrarse incesantemente al amo de turno, quien lo toma, lo usa, lo enjabona y lo desprecia, pero lo mantiene, porque necesita una toalla de cocina para limpiarse los pies. Es decir, el jefe, el arribista mayor y primero, no primerizo, porque ya pasó la iniciación de un noviciado que no acrece sino se rebaja a los miasmas puros de la hediondez humana.
Tiene, el arribista, la sonrisa torcida, como un gesto tallado, la voz aflautada, la inclinación perruna, las orejas gachas, el pecho hundido, pero a veces hinchado de gases momentáneos. El paso no lo tiene definido, sino acompasado según el eco de otros pasos que aprende a conocer a la distancia. Y entonces marcha o cojea o corre solícito para limpiar la barbilla o alcanzar el papel higiénico a la voz que le aúlla desde las tribunas de la demagogia y la desvergüenza.
No traiciona porque nunca ha sido fiel. Tiene el hábito de ser alfombra cuando pasan la carroza y sus caballos, de hacerse a un lado cuando huele otro perfume más fuerte que el que lleva en sus malolientes axilas. Incapaz de contradecir al poder, se mimetiza peligrosamente para no ser devorado por otros de su especie. Camaleón profesional, su postura mejor es enroscarse entre las ramas de las migajas que le arrojan sus gamonales viles.
Cuando acaba su ciclo, eso lo determina su olfato habituado a reconocer a los nuevos amos de su concubinato perpetuo, emigra a otros parajes en donde sin pudor se muestra y saca la lengua reptiloide para lamer la mano de su patrón de turno.
Y, con una regularidad que espanta, siempre está junto a los devoradores de la dignidad, a los agitadores del hambre, a los sacrificadores de la esperanza, a los sultanes del odio, a los primeros ministros de la traición, a los buscadores de petróleo y diamantes, a los gordos cuyo dios es el vientre, a los cínicos y torturadores, a los virreyes del imperio, a los funcionarios globales, a los arzobispos del opus dei, a los oradores del fondo y del banco , a los que quieren ser presidente para robar, perdonar a los asesinos, indultar a los corruptos, alimentar a los domesticadores de la libertad.
Pertenece a una especie que no se extingue, porque tiene el hábito heredado del acomodo, de la adaptación, de la supervivencia. Sobrevive, como las cucarachas, en los rincones más insólitos, se alimenta en la sombra de cualquier escombro, y tiene, como las martinas, el sistema inmune a cualquier insecticida de la decencia.
El calorcillo fatuo de las elecciones lo multiplica y sale de su rincón invadiendo todos los pasillos de las viejas casonas o de los novísimos departamentos partidarios. Ahora mismo puede estar a tu lado. Está a tu lado. Reconócelo. Combátelo con entereza y dignidad. Pero ten cuidado, porque te puede denunciar, pues también tiene el hábito del soplonaje y de la insidia. Pero no desfallezcas. Arrójalo de tu organización, de tu movimiento, de tu sindicato, de tu partido. En la fauna política es una alimaña despreciable. Una nueva sociedad no se puede construir con su ominosa y nauseabunda presencia.

lunes, 1 de febrero de 2010

Bagua otra vez

"Curso el noveno ciclo en la Bausate y Meza", dice orgullosa Leyla Flores Burgos, hija de Carlos Flores Borja, Director de la clausurada radio La voz de Bagua, mientras me alcanza las resoluciones del Ministerio de Transportes y Comunicaciones. "Son totalmente arbitrarios - dice indignada - , nos quitaron la licencia el 8 de junio del 2009, prácticamente dos días después de los sucesos del 5 de junio. Los burócratas del Ministerio trabajaron maratónicamente sábado y domingo y el lunes muy temprano nos llega el documento que a la letra dice. "Dejar sin efecto la autorización otorgada por Resolución Vice Ministerial Nº 064-007-MT/03, a la señora AURORA DORALIZA BURGOS DE FLORES para prestar el servicio de radiodifusión sonora comercial en frecuencia modulada, en la localidad de Bagua-Bagua Grande, departamento de Amazonas?" Leyla levanta la voz: "Somos una empresa familiar. Todos trabajamos en la radio.

"Curso el noveno ciclo en la Bausate y Meza", dice orgullosa Leyla Flores Burgos, hija de Carlos Flores Borja, Director de la clausurada radio La voz de Bagua, mientras me alcanza las resoluciones del Ministerio de Transportes y Comunicaciones. "Son totalmente arbitrarios - dice indignada - , nos quitaron la licencia el 8 de junio del 2009, prácticamente dos días después de los sucesos del 5 de junio. Los burócratas del Ministerio trabajaron maratónicamente sábado y domingo y el lunes muy temprano nos llega el documento que a la letra dice. "Dejar sin efecto la autorización otorgada por Resolución Vice Ministerial Nº 064-007-MT/03, a la señora AURORA DORALIZA BURGOS DE FLORES para prestar el servicio de radiodifusión sonora comercial en frecuencia modulada, en la localidad de Bagua-Bagua Grande, departamento de Amazonas?" Leyla levanta la voz: "Somos una empresa familiar. Todos trabajamos en la radio.



El calor es agobiante en este pujante pueblo de Amazonas. El recuerdo de aquellos trágicos días sigue vivo. Pobladores, maestros y estudiantes repudian la acción gubernamental contra los nativos. Leyla me obsequia la revista "La Curva del Diablo", donde, en impecable edición se publican fotos inéditas que impresionan por su fidelidad y por los momentos dramáticos que perennizan. El tratamiento periodístico de la revista no tiene nada de azuzador ni de apología terrorista; por el contrario, es mesurado y muestra el conflicto de ambas partes. Por eso, extraña que la familia Flores Burgos, y particularmente Carlos Flores Borja, el valiente e insobornable periodista, esté amenazado por la fiscalía.


"Nos quieren iniciar una acusación por 10 delitos, entre los cuales nos responsabilizan de azuzar a los nativos contra la policía, de apología del terrorismo, de amotinamiento, y de otros delitos que no recuerdo.


El Procurador está exigiendo al Fiscal de turno para que haga la denuncia contra nosotros. Una verdadera persecución política y un hecho repudiable contra la libertad de prensa. Pero nosotros hemos enjuiciado al Ministerio, al Vice Ministro y al Ministro Cornejo por abuso de autoridad".



Leyla nos informa que la persecución y denuncias contra los nativos continúan y que el gobierno de Alan García no cumple con los acuerdos adoptados. Además, el atropello contra la libertad de prensa no cesa. Al periodista Alejandro Carrascal Carrascal, Director del Semanario ¡NOR ORIENTE!, se le ha condenado a un año de prisión efectiva. "Sin embargo, acota Leyla, no nos atemorizan, porque estamos actuando con transparencia y objetividad. Salimos con el noticiero La Voz en un espacio alquilado en otra emisora y continuamos con nuestra misma línea periodística".



Nos impresiona la tenacidad de la familia Flores Burgos: Ni la clausura de su emisora, ni las amenazas de la Fiscalía, ni la prepotencia de Cornejo, ni la anuencia cómplice de Alan García, muy presto, eso sí, para liberar a corruptos como Crousillat, pueden contra la decisión familiar de seguir con su noble y arriesgada tarea, proclamando ante el mundo entero, desde la pequeña localidad de Bagua Grande, que la palabra libre no se vende ni se inclina ante el poder. Ejemplo que deben seguir los sumisos, los adulones, los arribistas y los traidores en nuestro país.

domingo, 24 de enero de 2010

Hannah Arendt y la violencia

Sobre la violencia se ha escrito profusamente pero no podemos afirmar que sea un problema teórico resuelto. Desde una perspectiva ideologizada se consideró que la violencia era la manifestación de grupos antidemocráticos, terroristas o comunistas, sin embargo lo que sucedió en Oklahoma City en 1995, cuando Timothy McVeigh hizo explotar un carro bomba con 1200 kilos de ANFO, en el edificio Federal Alfred P. Murrah causando la muerte de 168 personas entre ellas 19 niños, obligó a revisar las fáciles adjetivaciones que desde el mundo capitalista se hacían.


Precisamente, una de las reflexiones más lúcidas y vigorosas en torno al problema de la violencia es la que realizó Hannah Arendt, en su libro "Sobre la violencia". Afirma que ésta se distingue por su carácter instrumental pero que no es un fenómeno natural: "Ni la violencia ni el poder son fenómenos naturales, es decir manifestaciones del proceso vital. Pertenecen al reino de lo político, de los asuntos humanos cuya cualidad esencialmente humana queda garantizada por la facultad humana de actuar, la capacidad de empezar algo nuevo".



Sin embargo, Arendt rechaza la tesis de que la violencia política sea bestial e irracional, tal como lo entienden algunos. Al establecer la relación entre la furia y la violencia dice que la primera "brota sólo cuando se sospecha que las condiciones pueden cambiar, pero quedan iguales. Sólo reaccionamos con furia cuando se ofende nuestro sentido de la justicia, y esta reacción no refleja necesariamente un daño personal". Y agrega algo muy importante: "bajo ciertas condiciones la violencia -actuando sin discutir y sin palabras y sin contar el costo- resulta ser la única manera de enderezar la balanza de la justicia".


Estas afirmaciones son de gran importancia porque obligan a meditar sobre cuáles son esas condiciones, que permiten finalmente apelar a la violencia para enderezar la balanza de la justicia. Una reflexión jurídica formal respondería que no se puede transgredir la ley a través de la violencia, porque entraríamos al reino de la absoluta anarquía, sin embargo, en la práctica, diversas Constituciones establecen el derecho a la insurgencia cuando se viola esa misma Constitución o se pisotean los derechos humanos. Tal ha sido la razón o la base, en general, de las revoluciones en el mundo, particularmente en América Latina. Se ha justificado la violencia señalando la racionalidad de sus motivaciones.


Y en relación a esta idea, Arendt también es muy lúcida cuando plantea: "La violencia, siendo instrumental por naturaleza, es racional en la medida en que resulta para alcanzar el fin que debe justificarla". Sobre esta base, analizaremos brevemente dos expresiones de violencia en el continente americano: la de Oklahoma City en 1995 y la del Ejército Zapatista en México, iniciada en 1994. ¿Qué de común tienen estas dos experiencias? Ninguna. La acción del terrorista norteamericano fue absolutamente irracional, sin objetivos políticos, y se produjo bajo los impulsos primarios de venganza, en cambio la guerrilla chiapaneca fue (es) la expresión de grandes sectores postergados, cuyas raíces fueron (son) la inequidad, la pobreza y la exclusión de indígenas, jóvenes y mujeres. A estos sectores no llegaron los beneficios del crecimiento ni menos las políticas de compensación social implementadas por el gobierno de Salinas de Gortari.


Siendo esto así concluimos que el acto terrorista de Oklahoma City no fue racional, en cambio la insurgencia zapatista sí. Esta abismal diferencia entre la guerrilla chiapaneca y el demencial acto de Timothy McVeigh quedó patentizada en las reacciones y movimientos de apoyo o condena suscitados en torno a estos dos hechos. La rebelión del EZLN recibió la simpatía y el apoyo internacionales, como la de los parlamentarios europeos, quienes señalaron que el de Chiapas fue un movimiento que buscaba reivindicaciones de justicia, democracia y libertad. ¿Quiénes, en cambio, apoyaron lo de Oklahoma City? Que sepamos, nadie. Por eso, los análisis de Arendt nos parecen actuales y pertinentes, pues siendo la violencia instrumental, sólo puede justificarse si tiene objetivos racionales y claros, y sólo puede recurrirse a ella cuando los límites de la razón, la legalidad y la tolerancia han fracasado.

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