domingo, 11 de julio de 2010

ARISTÓTELES Y LA TELEFONÍA CELULAR

¿Pudo Aristóteles imaginar la telefonía celular? No, no pudo hacerlo. ¿Por qué? Porque sólo podemos imaginar el futuro a partir de nuestro presente, de nuestros condicionamientos culturales, científicos y tecnológicos. Al revés: tampoco podemos imaginarnos el mundo griego, sólo podemos intentar acercarnos comprensivamente a determinados aspectos de su acontecer.
Sin embargo, ¿cómo explicar la siguiente visión “profética” del Estagirita? : “Pues si cada instrumento pudiera cumplir su tarea propia, al recibir una orden o al anticiparse a ella, como se cuenta de las estatuas de Dédalo o de los trípodes de Hefesto, que, según dice el poeta, entraban por sí solos en la asamblea de los dioses, del mismo modo las lanzaderas tejerían por sí solas, y los plectros ejecutarían la cítara, y los arquitectos no tendrían necesidad alguna de servidores ni los amos de esclavos”.

¿No intuyó Aristóteles, expresándolo con el lenguaje y la realidad técnica de su tiempo, la moderna tecnología, la cibernética, la computación, la robótica?
Isaac Asimov, cuando desarrolla sus ideas sobre la robótica, poniendo como modelo a la Esparta esclavista, imagina Solaria (en su novela “El sol desnudo”), como si fuera una sociedad robotizada, la cual posee millones de robots para 20 mil habitantes. Y allí, en las reflexiones del sociólogo asimoviano, está claramente expresado el pensamiento de Aristóteles: los arquitectos no tendrían necesidad de amos ni de esclavos, porque las máquinas realizarían todas las tareas. Solaria, pues, ejecuta, o amplía, la idea aristotélica.


Sin embargo, consideramos, que los autores de ciencia ficción no pueden imaginarse nada que la sociedad en la que viven no les haya dado como referentes. ¿Por qué muchas novelas o películas de algunas décadas atrás nos parecen tan pobres en cuanto a su imaginación tecnológica?
Aristóteles jamás hubiera imaginado internet, ni la telefonía celular, ni la nanotecnología. Hay probablemente excepciones: El perro que vuela de Frost, o los submarinos de Verne; pero sería interesante determinar la tecnología del tiempo de Verne para ver si eso le permitió avanzar proféticamente en su imaginación de los submarinos o en la nave tripulada a la luna. ¿Y cómo explicar la portentosa imaginación de Leonardo de Vinci? ¿Tuvo el Renacimiento los datos, los elementos o las condiciones que permitieron el desarrollo de esa proeza davinciana?
Es necesario, pues, que los filósofos o los sociólogos trabajen en una posible sociología de la imaginación, es decir, los orígenes sociales de la imaginación, tarea distinta, nos parece, a la realizada por Wrigth Mills con sus fecundas ideas sobre la imaginación sociológica.

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