sábado, 22 de mayo de 2010

¡OH, SAGRADA FORMA!

Aquellos que viven en la comodidad de sus tranquilos días, absortos en la contemplación de sí mismos; aquellos, digo, que esperan la reeducación de la Humanidad, el cambio gradual de los espíritus, para que luego advenga la Edad de Oro y la Fraternidad Universal; esos, con seguridad, viven de espaldas a su propio tiempo, a su próxima realidad, a sus hermanos que agonizan y mueren diariamente. Amparados en una filosofía que desdeña el riesgo, el trabajo humilde en dirección al Otro, enamorados de su propio DESPERTAR, ignoran que esa meta solo será posible abrazando a los demás.

Argumentan la necesidad de lograr primero un personal equilibrio, una armonía interna, para luego enseñar el CAMINO a los ciegos, a los que se hallan en un nivel inferior de desarrollo, reencarnación de una disoluta vida. Coherentes con esa magna idea dicen buscar el sendero de la liberación, y entonces explican y justifican admirablemente la situación en que vive la HUMANIDAD actual.

Una secreta SOBERBIA los habita. Desdeñan a los que de diversos modos, sensibles ante la miseria del PUEBLO (¡Oh, Demagogia, dulce enemiga, quítame esa palabra de la boca!), dedican esfuerzos lentos, pequeños, dolorosos, para lograr que ese Pueblo y sus niños torturados (¡Oh, Sentimiento, hermano, aléjate de mi corazón), tengan alguna vez un lecho tibio, un pan fresco, una dulce caricia.

Deslumbrados por su propia luz, poseedores del CONOCIMIENTO, o estando en el camino de conseguirlo, andan por las calles tristes de la patria, diciendo su hermosa VERDAD: “Hombres, hermanos míos, DESPERTAD primero, que lo demás vendrá por añadidura. Cada quien tiene lo que merece y una tarea que realizar en esta encarnación”.

Aquellos, decía, que viven la comodidad de sus tranquilos días, se rasgan las vestiduras literarias cuando oyen o leen creaciones de intenso contenido pero de balbuciente expresión, y optan por la FORMA como suprema finalidad del arte. ¡Oh, FORMA, amada mía, desdeñosa en este tiempo de angustias y de urgencias!, ¿serás benévola con los que te amamos de veras? ¿Tendrás paciencia y esperarás la tranquilidad de mejores días para adorarte como merece tu serena belleza? No seremos nosotros quienes construyamos las catedrales ni los oratorios para exaltar tus virtudes ni los dulces himnos para alabar tus dones; pero, dígnate considerar en estos tiempos las rudas frases, los castillos de juguete, la sordina del humo, que te ofrecemos prosternados a tus pies, brillantes como el oro.

¿Perdonarás las frases que te presentan los humildes poetas del pueblo, pero que no han entrado en tu Templo, a donde sólo llegan los elegidos de tus besos? ¿Tendrás blandas miradas para los que, con torpes manos, te levantan capillas sin perspectiva, lienzos sin equilibrio, esculturas sin proporciones? ¿Hallarán gracia ante los Pontífices de tu Iglesia, que te sirven delicadamente, para llegar un día a la banca primera de la gran nave que bien cuidan tus Santos Guardianes?
Mientras tanto, OH, SAGRADA FORMA, recibe el salterio de tus pastores, su lana sin escardar, sus desteñidos ponchos. Considera que viven en el frío, en las altas cumbres de su soledad y de su abandono. Atiende también las bárbaras melopeas de tus obreros en los Coliseos, donde, entre licores y sueños rotos, dicen de su miseria, de sus hijos tísicos, de sus mujeres muertas, de sus amigos torturados por la POLICÍA. Perdónalos por sus torpes palabras. Mejores tiempos han de llegar. Mientras tanto, considera que, a pesar de estos durísimos días de hambre, desesperación, locura y muerte, tus flacos amantes, adoradores de tu LUZ, te cantan torpemente, pero no renuncian al Amor, a la Poesía, ni a la VIDA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores