sábado, 15 de agosto de 2009

LOS AMANTES DE LA VIDA

El 21 de junio de 2004, los estudiantes tomaron la Ciudad Universitaria de Trujillo. Pronto la mayoría de profesores los apoyamos y luego la comunidad entera vio en ese gesto inédito estudiantil la expresión incontestable de un ideal de transparencia y generosidad.

Los años han pasado, pero lo sucedido quedó en la memoria de los estudiantes, docentes, trabajadores y pueblo entero. Tal vez este recordatorio incomode a algunos, pero el registro histórico y su interpretación real no serán borrados mientras exista la universidad.

Sirva este breve interludio para recordar lo que jamás debemos olvidar: las memorables jornadas que devolvieron la fe a toda una generación. Y para que no se repita el momento más oscuro de nuestra historia universitaria, ahora que se anuncia para el próximo año la elección del Rector y otras autoridades de nuestra primera casa de estudios.

La doble moral

En aquellos 103 inolvidables días, se manifestaron dos tipos de moral: la de los que amaban la vida y la de los que veneraban la muerte; es decir, la moral de los biófilos y la de los necrófilos. Los unos encarnados en el heroico estudiante Harwin de la Cruz, que perdió un ojo en desigual combate; y los otros, representados por los que cortaron el agua y la luz a los estudiantes y asaltaron a sangre y fuego la Ciudad Universitaria.

Los primeros, motivados por ideales de transparencia, justicia y equidad; y los segundos, estimulados por pagos dinerarios y otras prebendas de la corrupción. En el asalto, los necrófilos huyeron cobardemente; en cambio los biófilos permanecieron en medio del terror y de la sangre defendiendo con la vida su luminosa convicción. Los amantes de la muerte no quisieron enfrentarla, los amantes de la vida no le corrieron a la muerte, como el inmortal Heraud que no tuvo miedo de morir entre pájaros y árboles.

Los biófilos nada perdían, salvo su vida, pero no su honor ni su dignidad de hombres libres; los necrófilos todo lo perdieron: el honor, la valentía y la libertad, pues se mostraron como lo que eran: mercenarios que ni siquiera fueron capaces de honrar el dinero manchado con sangre con el que fueron envilecidos.

Los biófilos gritaron para todos los tiempos: ¡VIVA LA VIDA!, los necrófilos bufaron: ¡VIVA LA MUERTE! Los primeros serán recordados con amorosa admiración por todas las generaciones; los segundos serán repudiados por su bajeza y cobardía.

Los que aman la vida son la reserva moral de la Universidad y del Perú entero y tienen la moral de los hombres libres, como soñara Nietzsche; y los segundos tienen la moral de los esclavos, como también los despreciara el atormentado poeta de Así habló Zaratustra.

Los amantes de la muerte ya han sido derrotados por los amantes de la vida. Éstos siguen alumbrando el asombro y el cariño esperanzado de un pueblo entero; aquellos pululan en la sombra, cual cadáveres que sólo salen en las noches como Drácula, el muerto viviente de Bran Stocker, que no tiene corazón ni se refleja en el espejo de la vida.

¿A qué círculo del Infierno enviaría Dante a los necrófilos? Con seguridad al noveno círculo donde están los traidores como Judas, devorados eternamente por el Maldito. ¿En qué esfera del Paraíso pondría a los biófilos? Con seguridad a sus puertas mismas, para ser cegados por la luz del Amor, que mueve el sol y las estrellas.

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