El poder es una de las preocupaciones centrales del filósofo francés Michel Foucault. En referencia a su libro El nacimiento de la clínica, dice que en él de "qué otra cosa ha tratado sino del poder". En este texto se demuestra cómo el poder ha ido creando el saber y cómo la decibilidad del discurso es generada por una visibilidad condicionada por el poder médico. También en la Historia de la locura expone la separación de aquellos que los mecanismos y las redes del poder consideran peligrosos o, simplemente, ajenos a una integración normalizadora.
En Vigilar y castigar, Foucault plantea cómo los mecanismos de los poderes establecidos van tejiendo e implementando sus diagramas de disciplina, control, sometimiento y normalización. Todo esto a partir de los cuerpos de los sometidos, hasta llegar a las almas de los mismos, para tener el control supremo de los hombres. Durante los siglos XVII y XVIII, dice Foucault, se descubre el cuerpo como objeto y blanco de poder. Así, los cuerpos son sometidos, utilizados, transformados y perfeccionados.
Estudiando la experiencia de los panópticos carcelarios, Foucault concluye que toda la sociedad está panoptizada, es decir, vigilada; que hay una continuidad de la tecnología del poder desde los siglos XVIII y XIX hasta la actualidad. Estas irrebatibles ideas se confirman cuando en pleno siglo XXI se desarrolla un panoptismo multimedial, con tecnología satelital, que controla la vida privada de los sujetos. O también, esta vigilancia se experimenta en un supermercado o en un banco: estamos inexorablemente acechados, sin remisión alguna, pues somos potenciales sujetos de castigo.
Cuando Foucault narra en Vigilar y Castigar la tortura y descuartizamiento de Damiens, el regicida-parricida, para que el pueblo vea y así se diga que nadie puede desafiar impunemente el poder, está mostrando no los extremos de todo poder, sino la normalidad de esos mismos poderes. En nuestros días, no tan lejanos de aquellos, también el poder establecido se preocupa en producir eventos para que todos veamos: torturas, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, violación a los derechos humanos, pena de muerte, y un sinnúmero de actos cuyo propósito no es sólo defender el sistema, sino tejer toda una red de visibilidades para advertir: ¡cuidado, no se puede nada contra nosotros!...
Sin embargo, para Foucault el poder no se reduce a la clásica visión de considerarlo como poseído por algún individuo, grupo o institución. Dice que no hay que ver sólo el poder en la forma y los aparatos del Estado, sino que se debe "buscar lo que puede haber de más oculto en las relaciones de poder; seguirlas hasta en las infraestructuras económicas, y no sólo en sus modalidades estatales, sino también infraestatales o paraestatales; reencontrarlas en su juego material".
Este es uno de los aportes excepcionales de Foucault: la existencia de una microfísica del poder que atraviesa todo el cuerpo social, el ejercicio del poder controlable por la sociedad entera. Foucault es contrario a concebir el poder como un todo. Afirma que "no hay ningún principio primero y fundamental de poder que domine la sociedad hasta el menor detalle", agregando que se debe entender el poder de maneras diversas y múltiples en el "micronivel", y comprenderlo estudiando primero las prácticas cotidianas en que los individuos continuamente experimentan los micropoderes, los enfrentamientos particulares con las imposiciones de poder y las resistencias de éstas.
La filosofía del poder foucaultiana tiene, sin embargo, sus limitaciones: si bien el pensador francés ha percibido la red del poder en las múltiples manifestaciones del tejido social, también es cierto que existe un poder matricial muy fuerte que influye y domina los micropoderes: El poder del Estado, que se ha fortalecido, a despecho de quienes consideran que se va desdibujando en el actual escenario global. El poder estatal, claro, pero de los empachados amos del mundo.
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