¿Qué pensar de un Gobierno y un gobernante enceguecidos por la soberbia? ¿Qué decir de las repudiables declaraciones del propio Presidente y de parlamentarios apristas tildando a los nativos de la Amazonía de terroristas y delincuentes? ¿O qué opinar sobre las palabras del otrora izquierdista Yehude Simon, hoy completamente enajenado al derechismo del omnímodo García Pérez?
Porque lo sucedido en la Curva del Diablo, entre los indígenas awajun (los antiguos guerreros jíbaros), la policía peruana y los efectivos de las Fuerzas Armadas, es responsabilidad principal y directa de la torpeza gubernamental que lo único que finalmente se le ocurrió, después de casi dos meses de iniciado el conflicto, fue ordenar la matanza, como declaró el dirigente amazónico Pizango.
¡Los resultados: más de 30 nativos asesinados (algunos reportes indican que serían aproximadamente 50), alrededor de 10 policías muertos y un centenar de pobladores heridos. Versiones no confirmadas señalan también que la policía está desapareciendo o quemando los cadáveres (los mismos métodos del grupo Colina). Es decir, una verdadera matanza, con indicios de genocidio, por lo cual el Presidente, el Primer Ministro y la Ministra del Interior, deberán dar cuenta al país entero y quedarán marcados para siempre con el estigma de genocidas.
Después de esta masacre, ¿qué queda del APRA que alguna vez encandiló a las masas peruanas, creyendo la llegada del mesías Haya de la Torre? ¿Qué del dirigente histórico de Patria Libre, ex Director del Semanario Cambio, ex diputado de izquierda, el cristianísimo humanista Yehude Simon Munaro? ¿Dónde quedará la fútil palabrería del autor del artículo "El Perro del Hortelano", en el cual defendía sin ningún rubor a las transnacionales y afirmaba la incapacidad de los nativos para conducir sus propias tierras, pues no "tienen ni un centavo para invertir"?
Razón tenía Marx al decir que "El capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo chupa" (El Capital, Tomo I). Y esa sangre ha sido bebida por el capital y sus gonfaloneros criollos, y de cuyo sabor y olor no podrán librarse. Estamos nuevamente en los "tiempos orgiásticos del capital".
Y ahora, señor Presidente, señor Primer Ministro, señora Ministra del Interior, señor Ministro de Defensa ¿qué hacer? Pues, lo primero de todo: renunciar, deben irse. ¿Cómo permanecer después de esta orgía de sangre? Después, o antes, anular todos los decretos que atentan contra la vida de las comunidades amazónicas, resarcir a los familiares de los pobladores asesinados, curar a los heridos, ponerse los pantalones y las faldas o las faldas y los pantalones, y decir ¡NO! a la voracidad vampírica de las transnacionales. Claro, todo esto si aún tienen algo de dignidad, pues de capacidad dirigencial han demostrado una total y patética ineptitud para conducir los destinos del país. Luego, a esperar su pronto juzgamiento por delitos de lesa humanidad. Aguardaremos con jobiana paciencia ese día.
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