domingo, 18 de octubre de 2009

El caballo de tres colas

"La poesía, nacida en la esfera del juego, permanece en ella como en su casa, se halla más allá de lo serio, en aquel recinto más antiguo, donde habitan el niño, el animal, el salvaje y el vidente, en el campo del sueño, del encanto, de la embriaguez y de la risa. Para comprender la poesía hay que ser capaz de aniñarse el alma, de investirse el alma del niño como una camisa mágica y de preferir su sabiduría a la del adulto" (Johan Huizinga: "Homo Ludens")
El niño miró un caballo en su Temuco natal y, fascinado, pasó interminables horas acariciándolo amorosamente. Y después de muchos años, cuando la feria, en donde se exhibía el caballo de papel maché, se incendió, el niño, ya adulto, buscó el modo de adquirir el caballo y lo trajo a su casa y lo pintó, como un niño que pinta flores y caballos en su cuaderno de colorear; y como no tenía nada, su caballo, porque se había quemado, pidió a sus amigos, los niños siempre tienen amigos y siempre piden algo, pidió a sus amigos que le regalaran una cola, porque no puede haber caballos sin cola, y sus amigos, los verdaderos, le trajeron no una sino tres colas, y el niño pegó dos colas donde corresponde y la tercera en el cuello del caballo, y así se convirtió en el caballo más feliz del mundo, porque ninguno tuvo ni tiene tres colas, ni el Bucéfalo de Alejandro, ni el Babieca del Cid, ni el Rocinante del Quijote. Ni otro caballo en toda la historia.
Y allí está feliz, con sus estribos, sus aperos, sus riendas, y una cola hermosa que le nace y le crece perpetuamente del cuello, y las otras dos, orgullosas, moviéndose con el viento del Sur. ¿No saldrá en las noches a relinchar junto al mar, ese otro caballo que da coces contra las rocas de Isla Negra, repitiéndole al niño que allí estará para acompañarle siempre? Y el niño, sabiendo que partiría pronto a la otra orilla, seguramente pensó en su caballo, y en María Celeste, la que siempre llora, y pensó en sus vasos de colores, y en sus barcos, y en su campana, y en sus mariposas, y en sus caracolas, porque ¿qué niño quiere abandonar sus juguetes y dejar solo a su caballo? Y por eso, pienso, digo, ¿alguien puede negarlo y tal vez elaborar una tesis para demostrar lo contrario?, que Pablo, el niño que escribía con tinta verde que los caballos "eran la sangre, / el ritmo, el incitante tesoro de la vida", pidió que lo enterraran frente al mar, en su Isla Negra, junto a su casa, junto a Matilde, para estar cerca del caballo más feliz del mundo, el Caballo de Tres Colas.
Y en la noches de pleamar, cuando todos duermen, salen las mariposas y las caracolas, y la Guillermina, a escandalizar a María Celeste, la que siempre llora, y todas retozan en la playa, iluminadas por una blanquísima luna, mientras Matilde sonríe y hunde sus cabellos en las aguas del mar, y Pablo cabalga en esas noches infinitas, sonriendo, repitiéndole a Matilde que la ama, y a sus mariposas que siempre vuelen, y a sus caracolas que traigan pronto las melodías de las profundidades. Y entonces, el narval, con su único cuerno de marfil, tañe la solitaria campana de Isla Negra, y todos retornan presurosos, porque ya es otro día y deben recibir a los hombres, a las mujeres, a los niños, a las niñas, que de todas partes del mundo vienen a mirar las caracolas, las mariposas, a María Celeste, a la Guillermina de pechos desnudos; pero sobre todo vienen a mirar al caballo más feliz del mundo, el Caballo de Tres Colas, así como lo contemplé yo una tarde lluviosa, irrepetible, de octubre

1 comentario:

  1. "...una tarde lluviosa, irrepetible, de octubre..." me hizo encontrar una parte de mí como español que me llenó de orgullo; mi abuelo, valiente defensor de la República, "rojillo" para otros, me había contado tantas veces, como en un cuento de niños, cuán cruenta es la guerra de verdad, la que se vive desde dentro, y allí estaba yo, frente al hombre que llenó un barco de vida y ilusión, y de paso sembró a Chile de emprendedores dispuestos a aportar a este maravilloso país... ojalá siempre surjan personas como Pablo, o como Federico, o Víctor, y tantos otros, personas buenas que dan tanto por sus ideales!

    Bravo Gustavo, tu artículo está escrito en la mejor tradición de la narrativa en lengua castellana, tus palabras rezuman vida y color!

    Bravo!

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