Las fuerzas en pro del fortalecimiento de la democracia en Latinoamérica crecen, pero también las resistencias expresadas en diversas formas, abiertas unas, pero las más de manera soterrada. Así, se da el continuismo de élites enriquecidas y poderosas que han producido en contrapartida millones de pobres y excluidos en la región.
La exigencia de democratización a nivel mundial se ha ido extendiendo y profundizando. Cada vez más grupos exigen que haya democracia. Esto en el marco de la llamada democratización global, que aun cuando obedece a tendencias del periodo, no ajenas a intereses y búsqueda de hegemonías globales o regionales, sin embargo no puede ocultarse el hecho de ser también una aspiración largamente expresada por los pueblos.
Pero, así como se dan estos anhelos democratizadores, existen sectores en los cuales no se puede confiar para la democratización Esta desconfianza se basa en las inclinaciones autoritarias de estos grupos demostrada a través de su historia, llámense Fuerzas Armadas o burguesías latinoamericanas o determinados segmentos de la clase política, los mismos que, enfrentados a la necesidad de superación de la pura democracia formal, se resisten a construir una democracia integral, a pesar de sus perfiles ideológicos liberales.
De este modo, no es imposible que esos segmentos puedan abandonar el discurso democratizador y revivir prácticas y teorías contrarias a la participación de las mayorías. La historia muestra no pocas experiencias de resurgimiento de teorías que parecían caducas. Se ha demostrado que la humanidad no avanza necesariamente a etapas superiores, en el sentido del progreso histórico que había desarrollado el discurso racionalista de la Ilustración. Las élites se encuentran ubicadas en posiciones de dominación en la sociedad, y son siempre propensas a la imposición de su voluntad e intereses. Pues, como bien afirma Reinhard Friedman, en América Latina "los sistemas democráticos son también inestables, pues afrontan el peligro de involución autoritara".
Los auténticos ciudadanos no deben olvidar esta realidad y estar siempre dispuestos a participar y defender con su propia vida la democracia, pero no sólo la representativa, sino la integral, o radical, como se la denomina hoy en los análisis políticos. La experiencia del pueblo boliviano es un ejemplo a seguir: allí se va construyendo una verdadera democracia; sin embargo vemos cómo la derecha camba, apoyada por el imperio y las transnacionales, busca sangrienta y vanamente detener el sueño de las masas pobres que buscan su liberación.
La exigencia de democratización a nivel mundial se ha ido extendiendo y profundizando. Cada vez más grupos exigen que haya democracia. Esto en el marco de la llamada democratización global, que aun cuando obedece a tendencias del periodo, no ajenas a intereses y búsqueda de hegemonías globales o regionales, sin embargo no puede ocultarse el hecho de ser también una aspiración largamente expresada por los pueblos.
Pero, así como se dan estos anhelos democratizadores, existen sectores en los cuales no se puede confiar para la democratización Esta desconfianza se basa en las inclinaciones autoritarias de estos grupos demostrada a través de su historia, llámense Fuerzas Armadas o burguesías latinoamericanas o determinados segmentos de la clase política, los mismos que, enfrentados a la necesidad de superación de la pura democracia formal, se resisten a construir una democracia integral, a pesar de sus perfiles ideológicos liberales.
De este modo, no es imposible que esos segmentos puedan abandonar el discurso democratizador y revivir prácticas y teorías contrarias a la participación de las mayorías. La historia muestra no pocas experiencias de resurgimiento de teorías que parecían caducas. Se ha demostrado que la humanidad no avanza necesariamente a etapas superiores, en el sentido del progreso histórico que había desarrollado el discurso racionalista de la Ilustración. Las élites se encuentran ubicadas en posiciones de dominación en la sociedad, y son siempre propensas a la imposición de su voluntad e intereses. Pues, como bien afirma Reinhard Friedman, en América Latina "los sistemas democráticos son también inestables, pues afrontan el peligro de involución autoritara".
Los auténticos ciudadanos no deben olvidar esta realidad y estar siempre dispuestos a participar y defender con su propia vida la democracia, pero no sólo la representativa, sino la integral, o radical, como se la denomina hoy en los análisis políticos. La experiencia del pueblo boliviano es un ejemplo a seguir: allí se va construyendo una verdadera democracia; sin embargo vemos cómo la derecha camba, apoyada por el imperio y las transnacionales, busca sangrienta y vanamente detener el sueño de las masas pobres que buscan su liberación.
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